En tan solo cinco años, Isabel Gilberto de Oliveira, Bebel Gilberto, ha perdido a su madre Miúcha (2018), a su padre João (2019) y también a la primera mujer del genio de la bossa nova, Astrud Gilberto (2023).
Después de estos duros golpes, la cantante, nacida en New York, ha decidido rendir homenaje a su padre (lo que ella llama una carta de amor) editando João (PIAS, 2023) el primer álbum de su carrera en que revisita canciones de su progenitor.
Bebel afirmó, en una entrevista, que si João Gilberto siguiera vivo, nunca se hubiera atrevido a grabar este disco, por miedo a saber su opinión, aunque João la había elogiado cuando grabó Tanto Tempo (2000), LP de bases electrónicas y que incluía una magnífica versión de Samba da Bencão, el clásico de Baden Powell y Vinicius de Moraes.
Sin presiones, ha viajado a sus raíces para desempolvar (aunque esas gemas de polvo no tienen ni una pizca) algunos clásicos y otras joyas no tan conocidas.
Bebel Gilberto aterrizó en el 55 Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona acompañada de Guilherme Montero (guitarra) y Dennis Boolyoins (batería y percusiones), un pintalabios, un vaso de agua, una taza de té y una copa de scotch, dicen que para los resfriados es ideal. Todo el papel vendido. Expectación máxima.
Personalidad por arrobas
Un reputado periodista comentó, hace años, que João Gilberto había creado la bossa nova (con permiso de Antônio Carlos Jobim) un día que fue a atrapar mariposas. Pasadas más de seis décadas de tan fundamental hallazgo, su hija Bebel sigue yendo al campo para perseguir más; la llama no debe extinguirse.
En esta vuelta a los orígenes, la heredera del genio ha respetado, por completo, las hechuras básicas del género, aunque le ha añadido alguna burbuja chispeante (un poco gamberrilla, todo hay que decirlo), que, en directo, proporciona algo más de alegría. Queriendo ofrecer espectáculo, mandó al público cantar estribillos, imitar el graznido del pato en el clásico O Pato, cantó estirada en el suelo, contó que se quedaría en Barcelona para ir a la playa y fumarse un porro y hasta permitió que su inseparable perrillo se diera unas vueltas por el escenario. Muchos pensarán que se pasó de frenada, pues no. La naturalidad con la que nos hizo reír no fue impostada, ya que en el conjunto del show demostró una elegancia y un saber estar de chapeau, por no hablar de esa dulzura y exquisitez que atesoran la mayoría de cantantes brasileñas; lo de haber nacido en Norteamérica es mera casualidad.
João y más cosas
Con la introducción musical de Adeus América, apareció la artista pidiendo perdón por una ligera demora, en el comienzo del concierto, debido a un retraso del vuelo que la trajo de París. Y lo hizo cantando. Una bonita improvisación que le llevó a continuar con la pieza nombrada y que encadenó con Desafinado, el primer gran hit de la noche.
Miúcha era carioca y João bahiano, Bebel se considera una mixtura de las dos procedencias, así que para, que nadie se enfadara, interpretó Ela e Carioca (Tom Jobim, Vinícius de Moraes, Lúcio Alves) y Eu vim da Bahia (Gilberto Gil), las dos extraídas de su último trabajo. También apareció É preciso perdoar (su preferida) y si a uno no le falla la memoria, ninguna más, el resto del set lo dedicó a otros menesteres, como entonar, cálidamente, las imperecederas Wave (Jobim) o So nice (Summer Samba) de Marcos Valle. Le siguieron otros preciosos obsequios.
Aunque forma parte de su habitual repertorio, fue una agradable sorpresa escuchar la magnánima Harvest Moon (Neil Young) en su sensual voz. Así como también éxitos de su trayectoria: Sem contençao (un funky acústico muy conseguido), las preciosas Eu preciso dizer que te amo y Samba da Bençao (esta cantada y bailada con una sabiduría fuera de serie), Close your eyes y Tanto tempo, canción interpretada de rodillas dando gracias a Dios. Bellísima conclusión que levantó a todos los presentes en la sala de sus asientos; un gesto a menudo sobrante, pero que en este caso fue merecido.
Hemos querido dejar para el desenlace de la crónica un momento único. Bebel Gilberto quiso recordar a Astrud Gilberto (gesto que le honró) cantando de modo sublime Corcovado (Jobim). Dio la espalda a la platea y mirando al cielo le surgieron las notas de manera casi milagrosa. A muchos se nos erizó la piel.
Parte fundamental del triunfo la tuvieron sus dos instrumentistas, delicadísimos en cada instante. Un fino colchón en el que Bebel se sintió cómoda siempre. A resaltar el fenomenal sonido del Auditori. Cuando no hay amplificaciones de por medio, es un lugar donde el disfrute sonoro se triplica.
Siempre que regreso a la bossa nova me pregunto: ¿cómo con casi nada se tocó la gloria? Perdón, no me acordaba: atrapando mariposas.
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.