El Milano Jazz Club se ha ganado, a base de tesón, pulcro trabajo y sabiduría en la selección de artistas, el honor de ser la principal referencia jazzística (y otras hierbas colindantes) de la capital catalana.
Para refrendar, nuevamente, la mencionada categoría y jugándosela en medio del puente de la Inmaculada, invitaron a un dúo estelar que estrena un LP al que The Guardian ha puesto por las nubes.
Deseosos por conocer si el prestigioso periódico británico tenía razón, nos dispusimos a escuchar la traslación en vivo de Same moon in the Same world (Outside in Music, 2022) la recién nacida grabación en comandita de los virtuosos músicos británicos Ant Law and Alex Hitchcock (a la guitarra y al saxo tenor respectivamente). Junto a ellos, Conor Chaplin (contrabajo) y Jeff Ballard (batería), grupo de auténtico lujo.
En la soberbia obra colaboran, entre otros, Joel Ross, Eric Harland (autor de dos piezas) o el pianista Shai Maestro. Ausentes vibráfono, piano, y los adornos que ofrece un estudio, parecía estimulante conocer la verdadera calidad de lo compuesto.
Ant Law and Alex Hitchcock: primera sesión
Un fulgurante ataque de saxo, atenuado por la fina digitación del guitarrista son los primeros destellos de un show que acabó siendo memorable. Inicio de nuevo cuño titulado Tbilisi (no incluido en el álbum) en el que Hitchcock mostró todas sus aptitudes: elegante cuando la melodía se modera y desatado si el ritmo pujante lo requiere. Un loco delicado.
Avanzaron con Don’t wait to long, ensamblada con Vivid. Discurso complejo y difícil de catalogar donde destacó la tremenda conexión entre los dos músicos y un sinuoso Ballard que se fue adueñando de la noche poco a poco.
No les aburriremos con el listado, que cambió por completo en el posterior pase. Lo que sí es importante destacar es que el déficit instrumental respecto al disco no se notó nada en absoluto e incluso sirvió para mostrar las reales entrañas de lo preparado antes de esculpirlo. El extraordinario cuarteto nos las sirvió en bandeja de plata, deslumbrando al público que abarrotó el Milano en la sesión inaugural.
Con la melodiosa Third I y Colours (otra novedad de trazo abstracto) concluyeron la tanda. En estos “colores” relució la prodigiosa técnica del espigado Law quien, cual pintor inspirado, fue tiñendo de diferentes tonos (pasteles o chillones) la sala encarnada de la Ronda de la Universitat.
Ant Law and Alex Hitchcock: segunda sesión
Quizá presintiendo que lo mejor podía estar al caer, algún miembro de la escena jazzística barcelonesa no quiso perderse una segunda exposición, que, si bien no llegó a llenar el recinto, superó en densidad (la espesura puede ser sinónimo de grandeza) lo anteriormente vivido.
Ant Law nos comentaría, más tarde, que el espectáculo estaba concebido de modo indivisible y no encontraba diferencias, sino una continuidad lógica en lo preparado. De todas maneras, el que conoce bien el oficio (David Xirgu, por ejemplo) sabe que conforme los minutos van pasando, los intérpretes van sintiéndose mejor y las mentes se abren hasta límites insospechados; la introducción con Chrysalis confirmó dicha teoría.
Continuando con los estrenos interpretaron Where would we be y en ella, Jeff Ballard se desató; de hecho lo estuvo haciendo desde la campanada inaugural.
El baterista californiano (que llegó a tocar junto a Ray Charles) posee todas las virtudes que debería tener cualquiera que se dedique a jugar con tambores. Sin necesidad de solos interminables para el lucimiento (los fue introduciendo entremedio de las armonías) se convirtió en el eje vertebrador de la actuación. Duro, sibilino, clarividente, ofreció una lección de maestría infinita; sus compañeros lo reconocieron. A su lado, el contrabajista Conor Chaplin, no le fue a la zaga, constituyéndose en el mejor compinche posible. No existe ningún combo de jazz ni ningún otro género que aguante el tirón sin una base rítmica sólida y estos dos tunantes (dicho con todo el cariño y respeto) fueron puro cemento. Aparcando frivolidades, sostuvieron a los dos solistas en todo instante. Se le denomina oficio, lo demás: gaitas.
Abaqua (composición de Hitchcock) y Octopus Pyjama (el cuarto regalo inesperado) cerraron un set glorioso, profundo, de aquellos que te hacen pensar y colocan al jazz como la música con mayor poder de excitación que subsiste.
Afortunados los que lo disfrutaron y también la organización que volvió a ganarse el respeto de músicos, programadores de otros locales y de los que creen que o te la juegas o mueres en la orilla.
Conciertos de esta grandiosidad ennoblecen y eternizan a una sala.
Bravo Milano.
Autores de este artículo
Barracuda
Òscar García
Hablo con imágenes y textos. Sigo sorprendiéndome ante propuestas musicales novedosas y aplaudo a quien tiene la valentía de llevarlas a cabo. La música es mucho más que un recurso para tapar el silencio.