Aproximadamente un mes después de la noche de ensueño protagonizada por Redman, Mehldau, McBride y Blade en el Palau de la Música Catalana, el Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona repitió experiencia con Aziza, otro cuarteto de relumbrón.
En este caso la nave iba capitaneada por el legendario contrabajista Dave Holland, mítica figura cómplice con Miles Davis o Anthony Braxton (citemos a dos aventajados) de algunas de sus obras cumbres.
Tomando como base algunos de los anteriores proyectos de Holland, la maquinaria Aziza (nombre proveniente del tema Aziza Dance) se puso en marcha para hacer honor a sus raíces africanas. En Benin, país donde nació el guitarrista Lionel Loueke, uno de los miembros del supergrupo, el nombre Aziza corresponde a una raza sobrenatural de habitantes del bosque, consejeros sobre temas espirituales. Atendiendo a esta premisa, el resto del grupo debía estar formado por auténticos maestros: Chris Potter (saxo) y Eric Harland (batería) se unieron a la danza maestra.
En 2016 grabaron Aziza (Dare2 Records) magnífico resultado de sus primeras experiencias como grupo en directo. Formación que, a pesar de estar compuesta por solistas, tuvo siempre como objetivo principal la unión de fuerzas para el bien común. Libertad de ideas combinadas que íbamos a disfrutar, sin trabas, en Paral·lel 62.
Todos para uno y uno para todos
Una incisiva introducción de Chris Potter da entrada a las baquetas de Harland, Holland se apunta al ritmo y Loueke remata la puesta a punto del perfecto motor. Ya está sonando Riv, composición del saxofonista de Chicago que no está incluida en su único disco; primera novedad.
Aunque cualquiera de los cuatro espadachines podría liderar una banda por sí solos y extenderse en demostraciones aisladas y estériles (únicamente Potter sobrepasó la regla establecida), sobre todo en directo, el magnífico show mantuvo las directrices para las que fue creado el colectivo.
Justo después de escuchar Walkin’ the walk ya habíamos sacado algunas conclusiones: el pulso entre ortodoxia y experimentación iba a estar equilibrado. En frescura (sin querer comparar) superarían el perfeccionismo de Redman & cía. Y, lo más señalado, Holland a sus 76 años, estaba en plenitud de facultades, los dedos le funcionaron cual torrente.
El insigne contrabajista británico tuvo a su lado un sibilino baterista con el que formó una base rítmica imbatible: el señor Eric Harland. Harland ofreció una clase magistral de cómo debe tocarse una batería. Sin necesidad de quitarse complejos de músico relegado, estuvo omnipresente toda la noche. Lo hizo acariciando bombos y platillos, huyendo de convencionalismos y, lo más importante, esquivó por completo el horrible vicio del aporreamiento absurdo. Crack total.
Sutileza y energía
El tercer tema en aparecer fue una composición de Lionel Loueke (tampoco englobada en Aziza) titulada Devotion. El tremendo músico africano la tomó en brazos como un preciado hijo, iniciándola con un solo sin falsedades, estremecedor. Para cerrarla, sus colegas montaron un crescendo final demoledor. En el nexo entre delicadeza y fuerza, los protagonistas encontraron un inacabable pozo de oro negro.
En Blue sufí (pieza propia) Potter se aferró al saxo soprano con elegancia mientras Harland seguía haciendo de las suyas, es decir, homenajeando a su instrumento. Holland, viendo que se le colaba por la banda, se enzarzó en un nuevo duelo sin vencedor que acabó en orgía. No acabaríamos de citar momentos parecidos, los hubo a destajo. Feroces.
Insistiendo en la parte más penetrante del concierto, destacaríamos los punteos minimalistas y los recursos vocales de Loueke (utilizando algún tipo de filtro nada cargante), la melancolía de muchas de las notas esgrimidas por Potter o los pellizcos percutidos por Harland (una vez más). Toda esta seriedad y magnificencia contribuyó a que toda la sala escuchara las interpretaciones con un respeto y silencio pocas veces visto.
Casi nada habíamos escuchado de su gusto por explorar ecos de África o latinos, se lo guardaron para las descargas de cierre.
Potter no tiene a los ritmos africanos de música de cabecera, pero se adaptó muy bien al tono afro-beat de Sleepless night. Ya sabemos que la fusión conlleva mucho peligro, pero escaparon muy bien de la emboscada, gracias sobre todo al gran Lionel, mucho más experto en estas lides.
El rogado bis recayó en Finding the light, pieza firmada por Holland, quien, a lo Cachao, impuso su ley de magno contrabajista y autor. Potter engarzó unas buenas notas con el soprano para subrayar la cadencia latina con estilo.
Pulcritud, técnica depurada, sabiduría, compañerismo. Lo de Aziza lo tuvo todo, sobrepasando la excelencia.
De lo mejorcito visto hasta este momento en el festival y ya llevamos unas cuantas funciones. Esto no ha terminado. Que siga la racha.
Autores de este artículo
Barracuda
Miguel López Mallach
De la Generación X, también fui a EGB. Me ha tocado vivir la llegada del Walkman, CD, PC de sobremesa, entre otras cosas.
Perfeccionista, pero sobre todo, observador. Intentando buscar la creatividad y las emociones en cada encuadre.