Revolucionó la música, hizo lo que nadie antes se había atrevido a hacer y su innovación dio paso (de una manera u otra) a la música como la entendemos y la escuchamos hoy en día. Aun así, es un gran desconocido para muchos de nosotros. A menos que, literalmente, tengas alguna de sus sinfonías en tu Spotify, decir que Beethoven se esconde en tu playlist puede parecer exagerado. Lo que no lo es tanto es decir que se esconde entre tus canciones. Y es que la influencia del compositor alemán es tan grande que sus avances y su visión de la música han configurado la historia musical que le siguió. Y, por tanto, sí… tus artistas prefes.
A lo largo de su convulsa y triste vida (sufrió depresión por muchos años), Beethoven compuso un total de 138 obras, aunque, por si no fuera poco, tras su muerte se le han asignado y publicado 205 más. Fue en estas obras donde el músico sirvió de figura de transición entre el clasicismo y el romanticismo, y donde la música se empezó a mover en horizontes más amplios. Beethoven no era solo un compositor; era como si un arquitecto se hubiera adentrado en la música y hubiese empezado a construir con nuevos pilares y, sobre todo, con un dramatismo inexistente anteriormente. Y es este dramatismo lo que ha moldeado los oídos de todo el mundo.
Beethoven, el primer drama queen
¡Ta-ta-ta-taaan…! ¿Te suena? Qué puede haber más dramático que el principio de la Quinta Sinfonía en do menor. Tan solo cuatro notas y ya se nos han puesto los pelos de punta, alarma, dramatismo, tensión. Antes de Beethoven la música era de adorno, de fondo, para calmar a los ricachones de un palacete. Estaba compuesta por sonidos hermosos como los de Mozart o Haydn. Pero para Beethoven, escuchar música no tenía por qué ser una experiencia chill. Para él, la música era algo que tenía que conmocionar, perturbar, hacerte sentir sensaciones variadas. Hacerte explotar. Esto no significa que anteriores compositores no hicieran obras ‘ruidosas’, sino que no se habían atrevido a juntar la calma y la acción.
Su creatividad llevó la música a otras posibilidades: exploró los extremos de los instrumentos, modificó las formas musicales más populares de su época como la sonata y consiguió un equilibrio perfecto entre locura y serenidad. Eso que después se conoció como sensibilidad romántica.
Beethoven nació en un contexto de cambio, de guerras y de revolución. De aquí su música. La tensión social y política que se respiraba en la Europa del siglo XVIII y XIX quedó impregnada entre los pentagramas de sus obras y concibió su piano como una herramienta para la libertad y expresión individual. Ah, por cierto: la sordera lo persiguió durante muchos años hasta su muerte. Imagina como de increíblemente bien debía conocer el sonido del piano para componer algunas de sus mejores obras, como la Novena Sinfonía (Oda a la Alegría aka Himno de Europa), estando sordo como una tapia.
De las mejores cosas que le pueden pasar a un músico es que sus obras no se queden entre las paredes de una sala de conciertos, sino que vayan mucho más allá. En el caso del genio alemán, su influencia ha trascendido las fronteras de la música para teñir todas las otras artes. Es un ícono de la cultura universal e incluso siglos después de su muerte su música sigue presente en grandes queridos de nuestro imaginario colectivo. La naranja mecánica, Fantasía de Disney, Star Trek, Jurassic World, El discurso del rey, X-Men, Django desencadenado… Si te las decimos todas, se nos acaba el 2020.
¿Fue el pionero del indie?
Ha quedado claro que a Beethoven no le molaba seguir la corriente musical o lo que Billboard tendría en su Top 100 en ese momento. Esto ya lo hace un poco indie. Pero además, te diremos que, si los músicos de su época estaban sujetos a las órdenes de sus clientes, de la Corte, Beethoven se quiso independizar de ella. No quería depender de mecenas ni seguir reglas de lo que tenía que tocar o dejar de tocar. Esto también lo hace un poco más indie. Quiso ser un artista libre, hacer música como le daba la gana y decidió darle a sus composiciones la salida que se merecían. Así que se fue al mercado internacional y vendió sus obras a distintos lugares. Negociaba como si fuera un empresario musical, figura que en ese momento por supuesto no existía. Entonces… ¿Podemos decir ya que fue el primer indie?
El Michael Jackson de su época
Cuántos artistas, músicos, escritores conocemos que no se comieron un rosco mientras estaban vivos y la fama los inundó después, desde su tumba. Pues bueno, este, sin duda alguna, no fue el caso de Beethoven.
Para empezar, los músicos en aquel entonces no eran artistas; tenían una profesión como cualquier otra. Bastante mal vista, de hecho. Pero lo del romántico alemán fue una locura. Ya no es que fuese conocido; es que era una superestrella. Vamos, que si estuviera vivo hoy en día, Louis Vuiton no le pediría a Rosalía que fuera su embajadora, se lo pediría a él.
Prueba de su ardiente fama fue su funeral: ese día cerraron los colegios de Viena, lugar donde residió por años y murió. Los militares tuvieron el día libre. Se leyeron poemas en su homenaje. Y hasta hicieron un molde de su cara a partir de su cadáver (no nos pidas explicaciones porque no las tenemos). Pero lo mejor de todo es que a su funeral asistieron alrededor de 20 mil personas. ¡El mismo número de asistentes que el superfuneral de Michael Jackson! Por Dios, vaya King of Pop estaba hecho.
La aportación, la revolución y la influencia de Beethoven fue tan ‘top’ que estamos seguros de que si en aquel momento hubieran existido las Stories de Instagram, habría filtros con su cara. Que ganaría el Top Social Artist de Billboard, como mínimo. O que sería ese cabeza de cartel que esperas con tantas ansias. Qué bonito es imaginar un mundo con Beethoven y su mal genio.
No sabemos si después de todo esto te han entrado ganas de aparcar tu prejuicio sobre la música clásica y escuchar alguna de sus obras. Pero si nos vuelven a confinar pasadas las fiestas, te recomendamos que cambies una de tus sesiones de yoga (o intento de bajar los turrones) por unos minutos de su música. Calma, tensión, alegría, tristeza: como anillo al dedo a la cuarentena.
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