No se nos ocurre un recinto menos apropiado que el Parc del Fòrum donde acoger un espectáculo flamenco. Este género arrebatador y vital necesita el ardor producido por el contacto del público para respirar, lo contrario es ahogo y tristeza. En las circunstancias actuales, las distancias mandan y nada se le puede reprochar a la promotora del ciclo Nits del Fòrum, pero como ya comentamos en la crónica de Kiko Veneno, esto así no funciona.
Pocos son los elegidos para seguir organizando eventos, y nos alegramos, sin embargo, las salas (grandes o pequeñas) son el alma de la fiesta, su ausencia representa una estocada de muerte y parece que vamos irremediablemente hacia ella. Desde aquí pedimos, a quien corresponda, el empujón necesario para que esa expiración no llegue a producirse. Mientras no exista solución, artistas, público y todos los que amamos el arte, seguiremos gritando hasta que nos fallen las fuerzas, y esto no sucederá.
El bailaor y su troupe
Una pantalla luminosa los anuncia: El Yiyo & Su Troupe.
Miguel Fernández Ribas El Yiyo, es ya, con tan solo veinticuatro años, una estrella codiciada por el mundo entero. Gracias a su talento, fraguado en pequeños tablaos, ha dado un salto definitivo hacia los grandes escenarios. Un merecido triunfo, que le permite montar espectáculos de categoría superior, aunque contrariamente como aparenta, podría ser con el paso del tiempo su gran talón de Aquiles. ¿Ambición desproporcionada?
Es imposible desdeñar la calidad de la puesta en escena, ni ignorar las excelentes prestaciones de sus acompañantes, diez en total contando músicos, cantantes y bailaores, sería de ciegos. El lujo exhibido impacta y arrollará fuera de nuestras fronteras, pero está excesivamente calculado y posee una elegancia de salón que se come el brío y la pasión necesitada. Cierto es también que el gélido recinto no contribuyó a transmitir el ardor suficiente, la crítica está pues demasiado condicionada.
El de Sant Roc (Badalona) es un superclase que nos debe dar muchos momentos de gloria. Al ensordecedor repiqueteo de sus talones, le añade unos giros imposibles que hacen volar su negra cabellera hacia los cielos, consiguiendo una plasticidad de singular belleza, seducción instantánea.
Su baile no es de aquí ni de allá, está influenciado por nuestras grandes estrellas de la danza y quizás alguna más lejana. Esa estampa, luciendo chaqueta con lentejuelas y un sombrero vacilón nos recordó a un artista inventor del paso moonwalk ¿les suena?
En el despliegue final y a pecho descubierto toda la Troupe, desenchufada, destapó el verdadero tarro de las esencias, puro sentimiento.
El intermedio sirvió para que el enorme tablao fuera tomado por los trabajadores en pos de mostrar su indignación por la crisis del sector, mientras sus compañeros de profesión se manifestaban por las calles de Barcelona. Las luces rojas les iluminaron en solidaridad. Sufren y debemos apoyarlos, sin ellos la función nunca empezaría. Ovación unánime.
El Showman
“La salud antes que el dinero” afirmaba Miguel Flores Quirós Capullo de Jerez, en una entrevista citando a Camarón. “Para cuidar la voz se debe ir a dormir temprano y dormir mucho” sentenciaba asimismo. La verdad es que analizando el actual estado de su voz (potente y clara), aquel que creció empapado de vino y cante en el barrio de Santiago (Jerez de la Frontera) y que trasnochó mucho para saber de lo suyo, parece haber seguido al pie de la letra aquel pronunciamiento de buenos propósitos.
Durante los primeros compases del show (no se puede calificar de otro modo) en los que recordó con Qué poderío su primera grabación en estudio titulada Poderío (Producciones Twins, 1986) ya dio muestras, a sus sesenta y seis años de ese buen estado de forma citado. Esa magnífica entrada por tarantos (“Ay qué poderío con qué la muerte nos llama”), nos las hizo prometer muy felices, creyendo que lo jondo sería la nota predominante de la velada, desgraciadamente, al menos para los que preferimos ese tono, no fue así. En mitad del cante se levantó de la silla, agarró el micrófono cual estrella del rock y no volvió a sentar sus posaderas en ella. Allí voy yo, debería pensar, convencido de sus capacidades, el “entertainer” jerezano.
Doce años después de la aparición de Flor y canela (Flamenco en el Foro, 2007) Capullo de Jerez se lanzó a una nueva aventura discográfica titulada Mi música (Satélite K, 2019) de la que se siente muy orgulloso y que fue el eje central de la actuación, presentada, eso sí, a su manera.
“Vais a probar mi música” espetó amenazante, lo hicimos por supuesto. Sin apenas descanso, fue lanzando estrofas de las canciones que componen el disco sin orden establecido. Dentro de esa vorágine imparable sonaron Me estoy enamorando, Yo estoy jarto de llorar, Te amarras el pelo o Camarón sentido homenaje al genio nacido en San Fernando (Cádiz) y a su compañero en el toque durante años, Paco de Lucía. Un batiburrillo relampagueante construido a base de tangos, bulerías y rumbas, tocadas alternativamente como si de un remix se tratara. Máximo responsable de ese ritmo, casi punk, fue el guitarrista Manuel Jero quien trató a su instrumento cual ametralladora, guitarras callejeras que, por fortuna no hirieron a nadie.
Ese estilo libre, salvaje, es lo que le ha convertido en ídolo del mundo indie, fenómeno curioso aunque pleno de sentido. Capullo de Jerez representa la heterodoxia, es el adalid de la libertad (palabra repetida constantemente) construida rebeldemente, características que encandilan al más pintado.
Bailando como un poseso mientras se entrecruzan rock y flamenco; improvisando constantemente; entonando hits tipo Te estoy amando locamente, Yo soy gitano o Tú me camelas y hasta atreviéndose a cantar su chocante himno al Real Madrid.
Con ustedes el inimitable Capullo de Jerez: Carismático, siempre imprevisible, a menudo superlativo, a ratos vulgar, una infrecuente estrella poderosa.
Dejando criterios de lado, lo innegable es que con el showman andaluz la juerga está asegurada “in perpetuum”.
Autores de este artículo
Barracuda
Montse Melero
Hacer fotos es la única cosa que me permite estar atenta durante más de diez minutos seguidos. Busco emoción, luces, color, reflejos, sombras, a ti en primera fila... soy como un gato negro, te costará distinguirme y también doy un poco menos de mala suerte.
