A pesar de casi treinta años de carrera y catorce grabaciones de alto nivel, los granadinos Lagartija Nick siempre serán recordados por Omega (El Europeo Música, 1996), aquella joya imperecedera grabada junto a Enrique Morente en la que el flamenco se maridó con el rock, vapuleando los cimientos de un género de estructuras intocables. Conseguir esa cima sin precedentes, puede llegar a ser arma de doble filo, una marca grabada a fuego para siempre, condicionante de toda una trayectoria. Sin embargo, el grupo liderado por Antonio Arias ha conseguido mantenerse a flote y sin renunciar a ese glorioso estigma, ha llegado a los tiempos actuales lleno de vitalidad, fuerza e ingenio, Los cielos cabizbajos lo demuestran plenamente.
Este ambicioso proyecto fue ideado por Jesús Arias, desgraciadamente su fallecimiento en 2015, a la edad de 52 años, le impidió terminarlo, su hermano Antonio recogió partituras, ideas y bocetos para confeccionar una obra escalofriante que trata del dolor sufrido por la población civil de diversas ciudades del mundo, a causa del lastre ocasionado por los bombardeos de las mal nacidas guerras. No sabemos si la mayoría del público asistente al concierto de la Sala Apolo, perteneciente al siempre estimulante ciclo Caprichos de Apolo, sabía exactamente con lo que se encontraría, pero lo cierto es que después de escuchar ciertos comentarios al finalizar el espectáculo, hace dudar mucho que así fuera. La primera sorpresa llegó al encontrar la platea del emblemático local, repleta de sillas dispuestas a la manera de un concierto sinfónico o algo semejante, y no al de un grupo de rock. Lagartija Nick ha sumado para la arriesgada puesta en escena de esos cielos tristes y cabizbajos, al teclista David Montañés, la sección de cuerdas del ‘ensemble’ del Centre Superior de Música del Liceu y el coro de cámara ARSinNova. Es probable que con la escueta formación de la banda, el discurso también hubiera funcionado, aunque debemos reconocer que esa ayuda, solemne, realza el dramatismo de tan descarnadas historias.
Todo comenzó con coros celestiales interpretando la impactante Nagasaki, enlazada inmediatamente con Buenos días Hiroshima, los primeros guitarrazos de la noche. Semejante unión, en principio dispar, fue la nota distintiva de una actuación donde no sonó ningún tema pretérito, el set, lo formaron únicamente los doce temas de la reciente grabación y Dresden, composición inédita (cantada por el coro en solitario). El cambio estilístico no ha restado ningún ápice al espíritu combativo del legendario grupo, al contrario. La engañosa ampulosidad de la presentación estuvo muy bien engarzada con un sonido de rock adulto ejecutado con maestría, el llorado Morente no se fijó en ellos por casualidad, su valía como músicos es incuestionable. La citada pericia y el incombustible carisma de Antonio Arias, quien saludó a la parroquia con una jocosa frase: “Somos Sargantana Nick, bona nit”. Una broma para desengrasar las durísimas historias que íbamos a escuchar y casi vivir.
Las condenas irritadas a las situaciones injustas sufridas día tras día, forman el eje principal de las narraciones. El conflicto religioso aparece en Europa Ío: “Dios no es un dónde. Dios no es un cuándo, ni un porqué. Dios es un sitio al que todos llaman “qué”…”. La voz grabada del Che Guevara surgió en Ola equivocada, signo inequívoco del ánimo reivindicativo, mientras las tremendas Nueva York, Sarajevo, Intrusos o Somalia nos dejaron el corazón encogido. Los sentimientos expresados por Jesús Arias son de los que dejan huella. El impacto producido por un corazón abierto manifestando esas obviedades tan destructivas, el cansancio no nos debe relajar ante la infamia.
Retornando a las quejas, debemos resaltar las atribuidas a la duración del show. No hubo bises, ni lugar para la improvisación, todo estuvo muy medido. Posiblemente esperaban alguna canción exitosa y se toparon con algo indivisible. No había lugar para guasas dentro de una las más turbadoras obras que uno recuerda en tiempo.
Lagartija Nick luchando, reivindicando, fieros y certeros. Magníficos.
Somalia me grita por las venas (con su amarga dignidad). Somalia es la madre de vientre ultrajado (por la furia más letal)
Somalia, Lagartija Nick
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.