Habíamos visto a Macy Gray en concierto en sus anteriores visitas a Barcelona (2010 y 2017) y siempre nos había quedado un sabor agridulce.
La cantante y actriz de Ohiod eslumbró en 1999 con el álbum de debut, On how life is (Grammy incluido) y parecía que el relevo de las grandes estrellas del soul-jazz estaba servido. Su carrera no ha sido del todo errática ni en calidad ni en volumen de trabajo (11 discos en total), pero no ha acabado de cuajar completamente. Y, por supuesto, tampoco ha desbancado a ninguna de las emperatrices del excitante género. Quizá porqué sus directos siempre incluyen algún déficit manifiesto, sea por confusión o desidia.
Llegados a 2022, la ecléctica artista (a veces demasiado) necesitaba transformarse. Para ello ha reunido un nuevo cuarteto de músicos, The California Jet Club (pomposo nombre) con quienes ha grabado The Reset, un disco nada desdeñable que, en teoría, está presentando en una larga gira. Y hablamos de suposiciones, ya que tanto en Zaragoza como en la sala grande del Apolo barcelonés únicamente sonaron un par de temas. Detalle que no pareció importar a sus fans que casi llenaron el recinto.
Reggae salvador
I’m so happy you here, rezan los primeros versos de la introductoria Glad you’re her, ideal bienvenida y primera demostración que, si bien el flamante combo poseía solidez, tampoco estaba para muchos alardes. Acabó de confirmarlo Caligula y I’ve commited murder, canciones presentadas sin garra y que acusaron la monotonía impuesta por el plomizo ritmo del baterista Tamir Barzilay. Barzilay abusó tanto de la fuerza que tapó cualquier atisbo cadencioso de sus compañeros, incluso el de la reina de la fiesta. Afortunadamente pronto llegaría la calma.
El cambio radical se produjo con Fly me to the moon, donde aparecieron las indiscutibles aptitudes de, como ella misma se considera, una cantante de jazz. Al clásico escrito por Bart Howard (1954) le sucedió una Nothing else matters (Metallica) llevada a su terreno con habilidad y fiel ejemplo de las variantes estilísticas comentadas al inicio.
En medio del desconcierto, apareció la tabla salvadora de los ritmos jamaicanos. Nuestro amigo Barzilay bajo el pistón, conduciendo con pericia la base rítmica. En el tríptico Still/She ain’t right for you/Sweet baby, apareció la mejor Gray, la de voz sinuosa y desgarradora. Aquella que parece desafinar, pero conduce esa rareza hacia el punto de la frecuencia inconfundible, la innegociable. Una portentosa lectura de Witness acompañada de la novedosa Every night, cerró el período más apasionante de la velada, exceptuando el dignísimo final. El caos arribó segundos después.
Cambio de vestuario
En uno de aquellos dislates a los que ya nos tiene acostumbrados, la norteamericana aprovechó la visita al camerino para obsequiarnos (ella o quien ideó el disparate) con un intolerable DJ Set de radio fórmula que en nada se relacionaba con lo anteriormente escuchado. Por si fuera poco, el bajista Alex Kyhn se recreó en un solo imposible del We are the champions, tan coreado como absurdo y fuera de contexto. Veleidades dolorosas.
Reconciliación y tremenda despedida
Aparcado el desvarío, Macy Gray reapareció con un bonito vestido y las fuerzas renovadas. Atacó rabiosamente Relating to a psychopath (oscurecida por otro solo estéril de Kyhn, lo enmendó el teclista Billy Wes con un certero apunte de rap) y bordó Do something, pedazo de tema, de lo mejorcito del show.
Envalentonada, se propuso dar lustre a la desprestigiada disco music (malditos prejuicios). En este destacable tramo, surgieron Disco Song, la grandiosa (pese a quien pese) Da ya thing I’m sexy? y Sexual revolution, enésima variación de rumbo que en este caso sí propició los efectos deseados.
Cuando entona I try todo se detiene y los seguidores trepidan, por algo es su composición fetiche. Le hicieron casi todo el trabajo, desgañitándose en cada una de las estrofas cual perfecto coro. Tanto se animaron que hasta apareció un espontáneo muy aplaudido por el esfuerzo, la verdad es que no lo hizo mal, charlotadas aparte.
El espectáculo, en sí, había acabado, aunque quedaban los habituales añadidos que, ocasionalmente, no necesitaron de la reclamación de los presentes. Con un poderío vocal tremendo, para el tiempo transcurrido (90 minutos) cantó First time apasionadamente, se recreó en la reciente balada Thinking of you (una preciosidad) y brindó un White man, con genuino aliento góspel. Cuando quiere puede, no es ningún secreto.
Tal fue la fuerza emocional del cierre que se nos olvidaron los innegables errores del tramo intermedio. Macy Gray es una intérprete como la copa de un pino. Sin embargo asiduamente le pierden los aires de diva y alguna que otra extravagancia, como dar la espalda al público o desaparecer cual Houdini de escena (no fue el caso). Quizá juegue deliberadamente con el truco del alquimista o el de aquellos tenores que se guardan un aplastante agudo para finalizar el aria, escondiendo de ese modo supuestos deslices en el eje.
Macy Gray firmó otra desigual actuación que nos servirá para seguir soñando la perfecta. Quizá llegue ese día; cuando lo gocemos sonarán mil campanas.






Autores de este artículo

Barracuda

Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.