Sin desmerecer a colectivos tan potentes como Steam Down (con el que ha colaborado el gurú, Kamasi Washington), la fenomenal Nubya Garcia u otros referentes de la escena jazzística británica actual, encabezando la excitante lista debemos situar al saxofonista y agitador londinense Shabaka Hutchings. Hutchings, quien pasó su adolescencia en Barbados (dato nada baladí), ha edificado con sus diferentes propuestas, sean Shabaka and the Ancestors, Sons of Kemet (la que nos ocupa) o insuflando carácter a la banda de jazz-rock psicodélico, The Comet is Coming, un edificio sonoro, sin prejuicios estilísticos, que le otorgan el título honorífico de máximo paladín de la música libre actual.
Gracias a la, imprescindible, educación instrumental en conservatorios y a la apertura de locales donde poder ejercitar sus habilidades (nuestras autoridades deberían tomar ejemplo), los músicos londinenses han adquirido una capacidad de desdoblamiento que les permite jugar en cualquier terreno sin temor a errar el disparo.
Las dos primeras y esplendorosas experiencias discográficas de Sons of Kemet (Burn y Lets we forget what we came here to do) les permitieron fichar para Impulse!. En el mítico sello han grabado el tremendo Your queen is a reptile (2018) y Black to the future (2021), dos estallidos, reivindicativos del orgullo racial, en los que podemos encontrar, ligados, jazz vanguardista, ecos tribales, reggae, calypso, hip-hop, ethio-jazz o gotas de spoken word y grime sin que se disparen las alarmas de los inmovilistas.
Música reflexiva, espiritual y rabiosa, ya saboreada en el Primavera Sound 2019 y que ahora retornó a un recinto cerrado; La [2] de Apolo debía ser el acomodo perfecto para desarrollar todas sus virtudes.
Sonido sísmico
Lo primero que choca al enfrentarse a Hutchings y sus secuaces, es el tipo de formación instrumental. Utilizar un par de baterías no parece tan extraño, la innovación principal se basa en el uso de la tuba, el instrumento de sonido más grave, dentro del grupo de los metales, y propio de bandas u orquestas sinfónicas. Esta elección, poco premeditada, que intenta huir de tradiciones conservadoras, busca la espontánea interacción, logrando crear una atmósfera distintiva, clave en el bárbaro sonido del conjunto.
En estudio, el discurso armónico de Sons of Kemet se muestra severo, complejo e incluso, en apariencia, poco asequible; estas particularidades no desaparecen en vivo, pero se aceleran hasta velocidades tan vertiginosas que invitan al baile desatado. Tanto que se convierte en potencial orgía sonora, lo más salvaje que uno recuerda en muchísimos años.
El poseído y poco locuaz soplador (no necesita palabras para transmitir sus incisivas arengas, le basta con notas), planteó el concierto a modo de suite, sin pausa ninguna, en la que fue difícil distinguir los temas elegidos. A pesar de ese conglomerado, reconocimos las inaugurales In memory of Samir Awad (homenaje al joven palestino asesinado por las fuerzas militares israelís), el tono calypso de Think of home, los aires soca de Pick up your burning cross o las contundentes pisadas en territorio free: Throughout the madness, stay strong.
Desatados
Hasta pasados 45 minutos de show, los cuatro bárbaros no se tomaron un respiro. Shabaka ofreció un tímido solo de flautín al que siguió otro de saxo con susurros bendecidos y el acompañamiento reverencial de Tom Skinner y Eddie Hicks, los dos portentosos bateristas; no obstante, el sosiego duró poco.
Theon Cross y su inseparable tuba (elemento que también sirvió como contrabajo para aposentar la base rítmica) fue aumentando de nuevo el calor, arribando, nuevamente, al placentero sofoco. Una colosal demostración de habilidad con el aparatoso ingenio (vuelta de 360 grados incluida) dio paso al desmadre final, en el que aparecieron la pretérita Going home, In remembrance of those fallen, My queen is Harriet Tubman (dedicada a la luchadora por la libertad de los esclavos negros) y el estruendoso cierre con la abrasadora Afrofuturism.
Aunque Theon, Eddie y Tom no se quedaron atrás, la demostración de técnica, poderío y ferocidad del amigo Hutchings (aka pulmones de acero) fue arrolladora. Su impulso musical pareció no tener fin, expulsando brutales arpegios desde el primer al último segundo. Este joven crack revolucionario, va directo a marcar época. Los asistentes, que todavía deben estar cansados de brincar, fueron testigos de una exhibición bravía, de las que reconstruyen cualquier abatimiento e invitan a seguir combatiendo contra los opresores. Peleando a través de la música.
El título de esta crónica puede resultar engañoso y rimbombante. Es posible que en el transcurso de este 2022, asistamos a un concierto mejor (lo dudo). La rotundidad del enunciado pretende demostrar el acierto de la organización en programar veladas rompedoras. Aquellas que apuestan por romper arquetipos, las que desafían cánones impuestos, en definitiva: las transgresoras. En ese sentido, nadie superará a los Sons of Kemet. Arrolladores.
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.