Sigue entrando gente a la ya abarrotada sala Razzmatazz. Mientras tanto, nos amenizan la espera con una buena selección de temazos de Johnny Cash o Pram (grupo inglés de pop electrónico psicodélico y misterioso muy recomendable). Not bad. De repente, un hilillo de música con la melodía de La isla, un tema positivo y muy bailable del último disco de Dorian, nos advierte de que esto ya está a punto de empezar.
Salen a escena los cinco componentes. Se detiene la música y se apagan las luces por un segundo y, de repente, empieza la canción a todo trapo. A media canción, y en pleno subidón, dos cañonazos de confetti blanco inundan la sala. La Razz se convierte en una especie de videoclip, en un Holly Colours. Muy onírico todo. Empiezan fuerte y quieren hacernos bailar desde el minuto cero. Del setlist predominan los temas del último trabajo, que intercalan con ya clásicos del grupo como Verte amanecer, Paraísos artificiales o La tormenta de arena.
A pesar de su enérgica arrancada, se dieron algunos momentos emotivos. Cuando tocaron Llévame, una canción que más bien es una carta de amor a Latinoamérica – según Marc, “la geografía sentimental del grupo” -. O el momento mágico en el que se combinaron las letras y las melodías melancólicas de El temblor con las luces perfectas.
También hubo lugar para las reivindicaciones. En Ara, donde Marc le canta simbólica y estratégicamente en catalán a la gentrificación: ‘Entre bancs, fonts d’inversió i demás chorizos, ens estan fent fora de la nostra ciutat’. Siendo de Barcelona y viendo como entre alquileres y sueldos toda una generación se está yendo a la mierda, momentos así te llegan. Hacen falta más disidentes, como reza la canción.
No es excepción y no es la única canción en la que el grupo se moja con sus letras. Sin ir más lejos, Justicia universal, canción que da título al disco, es una crítica a la destrucción del medio ambiente y a la corrupción política, aunque la melodía cañera suavice un poco el mensaje (hablamos con Marc de sus letras, de política y de mucho más hace una semana en esta entrevista).
Pantallas de luces, flashes de colores, globos gigantes, cañones de aire, más confetti… la de ayer parecía una fiesta que no se iba a acabar nunca. Después de una brevísima pausa, vuelven con ganas de rumba y para La tormenta de arena nos invitan a que subamos los móviles para que inundemos la sala de luces (aunque es difícil saltar y sostener el móvil al mismo tiempo).
Pese a que llevan casi dos horas tocando, nos regalan un segundo bis. Marc cuenta que es una canción especial y que no suelen hacer en los directos, pero que “a veces, y más jugando en casa, les apetece tocar”. Un Tristeza acústico en el que a medida que se va apagando la canción van desapareciendo cantante, bajo, teclista y batería, hasta que se queda Lisandro, el guitarra, solo en el escenario con las luces casi apagadas y un débil foco blanco iluminándole. Muy poético.
De camino a casa parece que no haya abandonado el concierto. Todas las personas que me cruzo van tarareando canciones de Dorian, se enseñan los vídeos que han sacado con el móvil. Hay confetti blanco en las escaleras del metro. Dorian está más que en forma.






Autores de este artículo

Claudia Blasco Garcia

Miguel López Mallach
De la Generación X, también fui a EGB. Me ha tocado vivir la llegada del Walkman, CD, PC de sobremesa, entre otras cosas.
Perfeccionista, pero sobre todo, observador. Intentando buscar la creatividad y las emociones en cada encuadre.