Sábado, ocho y media de la tarde. En las profundidades de la sala Salamandra, una parejita joven se abraza y mantiene un intenso intercambio de saliva. Todavía hipnotizada por las caprichosas hormonas de la postadolescencia, poco parece importarle estar rodeada de gente. A escasos centímetros de ella, un grupo de cinco amigos se prepara para ver el concierto. Hace años ya que son fans, muy fans, dels Amics de les Arts.
Con cierta excitación, recuerdan los viejos tiempos. Aquellos en los que las letras dels Amics y sus historias cotidianas, poéticas y en ocasiones sazonadas de un tinte irónico ejercían un poder sobrenatural sobre ellos. Entonces, compraban su disco nuevo en cuanto estaba en los estantes de las tiendas. Llevaban gomets verdes a los conciertos para reconocerse con los otros fans. Incluso hubo una ocasión, recuerda uno, en la que desplegaron una redona gigantesca de tela verde en un concierto.
Pero estos son tiempos pasados. Hoy, han dejado los gomets en casa. Los Amics llevan más de diez años pisando escenarios juntos, y cargan, a sus espaldas, cuatro álbumes de estudio y tres discos de oro.
Se encienden los focos del escenario, y aparece la formación de Lakaste, el proyecto musical de Nuria Castelló. La sala se inunda entonces de tiernas melodías de pop folk y de letras que desprenden el amor por el Empordà, sus playas y sus paisajes. Son los pequeños ‘desastres naturals’ de la formación, que tras proclamarse vencedora del Sona 9 en 2016, dio nacimiento, el año pasado, a un trabajo con este mismo nombre.
«I gairebé amb els ulls tancats, comencem un nou viatge al centre de l’Empordà», susurra la dulce voz de Núria en el micrófono. Su actuación nos transporta a los paisajes sembrados de olivos y de playas idílicas. En nuestro periplo musical, nos sumergimos también en las profundidades de las aguas de la Costa Brava gracias a Viatge submarí (Desastres naturals, 2017). Sus distorsiones sonoras y sus ritmos cada vez más lentos, más pesados, parecen evocar la fuerza de la presión submarina.
La parejita se abraza, enternecida por las palabras románticas que Núria sigue cantando con su voz melosa. La comitiva de amigos disfruta el concierto, también, aunque con algún que otro movimiento nervioso. Todavía esperan el gran momento de la noche.
Cuando una pantalla blanca cubre el escenario a modo de cortina, se acercan a ella para mirar por debajo. Para acallar la impaciencia, cantan a coro fragmentos de sus canciones favoritas.
La cortina se levanta al fin. Els Amics de les Arts hacen su aparición en escena. El gran momento ha llegado. La formación toma posiciones, y comienza el show. Apenas emiten los primeros sonidos, que los espectadores, a modo de coro, les siguen. Y cantan de principio a fin.
Els Amics se transforman en directores de una coral multitudinaria. Totalmente dócil y entregado, el público sigue las instrucciones de la banda. Baila sin que se lo ordenen, se esfuerza al máximo para entonar las melodías y los coros. Aplauden cuando Joan Enric Barceló se lo sugiere. Sigue al pie de la letra las coreografías de Eduard Costa.
«Feia molts dies que no veníem a aquesta sala i farem un concert rollo sala», se pronuncia la formación tras unos cuantos temas. «Rollo que acabareu molt cansats», prosigue. Acto seguido, Dani Alegret invita al público a cantar la alineación de un equipo de fútbol de filósofos.
— «Sòcrates!», exclama el teclista.
— «¡Ueeee!», le responde el público.
— Aristòtil!
— ¡Ueeee!
— Witgenstein!
— ¡Ueeee!
— Schopenhauer!
— ¡Ueeee!
Los músicos se lanzan entonces en la interpretación de L’affaire Sofia (Espècies per catalogar, 2012). Incansables, enlazan los temas uno tras otro, hacen coreografías graciosas en el escenario, e incluso juegan al picaparet con poses de superestrella. En la pista, el público también rebosa de energía. Tan sólo baila más lento cuando els Amics entonan Reikjavik (Bed & Breakfast, 2009), una de sus baladas.
La calma dura poco. Los asistentes vuelven a dar la réplica al grupo en Louisiana o els camps de cotó. Y botan sin parar, hasta hacer vibrar el suelo de la sala, mientras cantan a pleno pulmón: ‘Ja no ens passa, ja no sortim de nit que l’endemà no som ningú’.
El seu gran hit, uno de los singles de su último trabajo — Un estrany poder (Sony Music, 2017) — revoluciona definitivamente la sala. Subido a los hombros de un amigo suyo, coreado por aquellos que se encuentran a su alrededor, un hombre de unos treinta años se abre camino hasta el escenario para cantar frente a él que ‘heu vingut a robar-nos les dones’.
Tras una breve salida del escenario — el bis de rigor requerido por el oficio — els Amics de les Arts deciden hacer un regalo especial a su público. «Aquesta cançó només la tocarem avui, i mai més», sentencian antes de empezar. Se trata de una versión catalanizada de Tu canción, el tema que Amaia y Alfred representaban en aquellos momentos en la final de Eurovisión.
Els Amics entonan entonces la traca final. Dani Alegret se apodera de un teclado móvil y saca a su estrella del rock interior, marcándose un solo en primera línea del escenario. La banda anima al público a saltar un poco más, a cantar un poco más, y consiguen mantener a Salamandra vibrante hasta el final.
Cuando el concierto termina, el sudor lo empapa todo, tanto arriba como abajo del escenario. La comitiva de cinco amigos recupera el aliento, sonriente, satisfecha. El extraño poder dels Amics de les Arts parece haber vuelto a hacer su efecto: hoy, lo han vuelto a sentir.







Autores de este artículo
Marina Montaner

Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.