Con todos los respetos hacia los artistas locales, quienes están salvando con excelencia la programación de las salas disponibles, echábamos en falta reencontrar algún intérprete foráneo para imaginar que pronto hallaremos la extraviada “normalidad”.
Los responsables del Blues & Ritmes son especialistas en obrar milagros. Con todo en contra, lo volvieron a lograr presentando al bluesman Ian Siegal, protagonista de la apertura del evento y que llevaba demasiado tiempo sin pisar tierras catalanas.
Hacía seis años que no le acompañaba ninguna banda en estudio cuando grabó su último disco, All the Rage (Nugene Records, 2018). Para su confección, optó por un combo holandés de garantías, con él llegó a Baetulo en pos de conquistarla de nuevo.
El guitarrista y cantante, natural de Porstmouth, tiene al blues como género identificativo, sin embargo, como podemos comprobar en el citado LP, su paleta sonora se amplía con soul, country y toques a lo Tom Waits, permitidos por su voz rugosa. Si a eso añaden sus líricas mordientes, arrebatadas y canallas, entenderán porqué agotó el billetaje. Un crack venía a visitarnos.
Máquina engrasada
La Ian Siegal Band (así fue presentada) ha tardado un año y medio en volver a subir a un escenario, esa inactividad no les afectó y funcionaron cual rodillo lubricado durante todo el rocoso show. Muy efectiva la sección rítmica formada por Rafael Schwiddessen (batería) y Danny van t’Hoff (bajo), y sobresaliente Dusty Ciggaar a la guitarra, prodigioso músico al que debemos seguir de cerca. Ya intuimos su calidad en la trotona I am the train (pieza inicial), confirmándose del todo con Me and my woman (estruendosa batalla de guitarrazos versus Siegal) y en la potentísima Revelator, en la que hasta rompió una cuerda.
El jefe Ian se mostró muy en forma, tanto de voz como en su faceta guitarrística y contento, motivado, “estaría toda la noche tocando” afirmó, nos lo creemos a pie juntillas.
Repertorio variado
Ian Siegal escogió sólo tres piezas de All the Rage: The Shit hit, un blues seco, sin florituras, con ecos a Muddy Waters o Howlin’ Wolf; Won`t be your shotgun que podrían haber firmado tanto Guy Clarke como Steve Earle y Eagle Vulture, primer tema de la grabación, antesala de The Skinny (2011), canción que abrió la veda a los covers.
La citada Me and my woman (Shuggie Otis) encabezó el turno. Prosiguió con la áspera She got the devil de Cedell Davis (los tres discos elaborados cerca del Mississippi le sirvieron de gran ayuda para acometer estas complicadas faenas), cerrando la tanda con el tradicional americano Gallo del cielo, creación de su amigo Tom Russell.
Ya indicábamos que el soul ocupa un lugar destacado en su alma musical, la profunda Falling on down again es un buen ejemplo. Épico medio tiempo para recordar el estilo cantor de Otis Redding y donde también jugueteó con el estribillo de I can`t stand up for falling down (Sam & Dave). En un pequeño parón, incluso, se atrevió a tararear You send me de Sam Cooke; bluesman, soulman o lo que deseen, irresistible todoterreno.
The last waltz
Finalizado el set oficial se nos puso guasón: “He tocado mi repertorio para vosotros, ahora lo haré para mí”. Dicho y hecho, cogió el traje de Dylan del perchero para marcarse dos sensacionales versiones de Baby let me follow you down y Forever Young. Apoteósico.
Ian Siegal es un artista grande como pocos en la actualidad. Bebe de fuentes muy caudalosas y las hace manar más todavía gracias a su descomunal poderío.
Admirable noche de blues y no precisamente del autobús. Rabioso prólogo, magnífica referencia para todo lo que nos queda de festejo. Lo seguiremos.






Autores de este artículo

Barracuda

Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.