A veces lo mejor es pararse en seco y escuchar. Por eso de vez en cuando pedimos a lxs músicxs que se expresen y que cuenten su historia por ellxs mismxs. Sin guión, sin preguntas. Simplemente les damos espacio y ellxs hablan. Ahora es el turno de Ölivia Musyk, la banda de música que nació en pleno confinamiento, durante la etapa más triste y solitaria de nuestras vidas. Isabel y Clàudia nos cuentan en este autoperfil qué las inspiró a la hora de crear el grupo y algunos de sus secretos más profundos y dolorosos.
Ölivia Musyk es un proyecto nacido durante el verano de 2020, después del primer confinamiento. Después de ese extraño periodo de soledad y ansiedad, sobretodo para Isabel –que al igual igual que las demás personas cualificadas como trabajadoras esenciales– estuvo trabajando como enfermera en el hospital durante esa época caótica y menguada de recursos.
Algo habitual en nosotras es quedar para hacer música, tocar juntas, con el único fin de pasarlo bien y dedicarnos tiempo. Cuando nos encontramos y nos sentamos frente al piano, nuestra única voluntad es compartir un espacio de confort para ambas y dejarnos llevar por la música para sanar con ella. Entre nosotras hay mucha confianza porque somos amigas desde hace más de diez años, y por ello nos hemos acompañado en un montón de momentos preciosos, así como también en los más dolorosos de nuestras vidas.
Coincidimos durante una época fría en los hospitales. Muchos de nuestros familiares murieron con pocos meses de diferencia. Esta sinergia casi macabra culminó en una unión emocional entre nosotras simétrica. Estábamos atravesadas por el mismo proceso vital, por ello nos sentíamos la una para la otra y nos comprendíamos a la perfección.
Todo empezó el septiembre del 2016 con la muerte de Olivia, la perrita de Clàudia, el primer ser querido que nos dejó. Nos acompañamos en nuestros respectivos duelos, los vivimos de forma conjunta. Y colectivizar el duelo nos sanó y también nos inspiró.

De forma inevitable cuando comenzamos a componer no podíamos dejar de hablar de ello, de nuestra realidad más cercana. Nuestros abuelos, abuelas, tíos, tías, que habían muerto, estaban allí con nosotras, en nuestro imaginario y a flor de piel. Empezaron a brotar todas las letras y melodías como si hubiéramos quitado el tapón de una bañera que había estado llena de espuma y agua.
Clàudia se dedica al mundo más literario, escribiendo poemas y letras, después de empaparse de referencias, libros y obras. Aparece una tarde con una nota de móvil llena de ideas. Isabel se entrega en cuerpo y alma a la armonización de todo el imaginario. Y de forma conjunta tejemos una telaraña de melodías que pretenden contar todo aquello que sentimos a merced de las palabras que se dejan sonorizar.
Desde pequeñas ambas sabían que su camino era la música, aunque no siempre lo han tenido tan claro como lo tienen ahora.
Isabel con cinco años quiso apuntarse, por su propia voluntad, a la escuela de música porque había visto a niños y niñas tocar instrumentos y bailar desde su balcón y se sentía fascinada. Clàudia con siete años empezó a cantar y todo quién la oía se asombraba de sus cualidades vocales. “Está niña tiene que apuntarse a canto” le dijeron los profesores de música de la escuela a sus padres.
Ambas vivieron una infancia y una adolescencia marcada por la música. A los dieciséis años, cuando nos escolarizamos juntas, a las horas de descanso en lugar de salir al patio nos quedábamos en la capilla (íbamos a una escuela religiosa) y usábamos el piano para hacer versiones. Ahí en esa capilla compusimos nuestras primeras canciones juntas, también acompañadas por otras compañeras de escuela que aportaron su grano de arena en nuestra conjunción amistosa y musical, y nos dieron fuerza y confianza para emprender proyectos propios.
Durante el proceso de creación de Ölivia Musyk, nuestros primeros oyentes fueron nuestros familiares. Hicimos tres canciones en forma de homenaje a nuestros seres queridos que habían muerto años atrás. Titulamos el álbum como Antich Ventura, en honor a Irene Antich Ventura la abuela de Clàudia y que sentíamos abuela de ambas. Era una persona muy presente en nuestras vidas, como un tercer ojo para nosotras. Un día nos regañaba por no saber coser, mientras nos preparaba merienda, otro día nos enseñaba como mezclar bien un cóctel, en una palangana dónde a menudo lavaba ropa, y siempre nos daba cariño y espacio para que pudiéramos desarrollarnos en su hogar tranquilamente, a su manera.
Todo a nuestro alrededor parecía estar de acuerdo para que siguiéramos adelante con el proyecto y decidimos publicar los tres primeros temas, en forma de EP. Aquí fue cuando Mariona Ibáñez (actriz y creadora) y Borja Ruíz (productor musical) se sumaron al proyecto y comenzaron a tejer desde su ámbito. Dos personas preciosas y pilares fundamentales para nosotras en nuestro proceso de creación y también vital.
Recientemente hemos publicado Clamare. La segunda parte de este trabajo fragmentario que empezamos con Antich Ventura. Este EP se centra en la expresión del duelo y en hacerlo de forma colectiva, por ello el epicentro de este álbum es la colaboración. La tríada de temas esta elaborada de forma conjunta con otras tres artistas: Tarta Relena, Marina Herlop y The Bird Yellow.
La grabación de estos tres sencillos fue muy curiosa, se realizó en diferentes espacios únicamente con un micro y una tarjeta de sonido, pasamos por la sala de conciertos El Pumarejo, por la sala de estar de casa de los padres de Isabel, también por Asturias –donde Borja tiene un estudio– entre vacas, gatos y muchas flores.
Actualmente nos acompañan y nos dan fuerzas muchas más personas y colectivos como Masanai y Amén Discos. Esperemos seguir sumando manos, ganas y voluntad por este camino que estamos trazando con mucha ilusión.
Hemos realizado diferentes tipos de directos, nos gusta ir innovando y añadiendo canciones que sumen al imaginario y a la atmosfera de los dos trabajos. Eso sí, en la mayoría de los conciertos nos ha acompañado un clima muy nostálgico: lluvia e incluso alguna tormenta. Pero tal y como nos dice nuestro folklore, al cual alabamos siempre que podemos, “quién canta, al mal espanta” y así esperamos hacerlo durante mucho tiempo más. Seguiremos componiendo y trabajando para hacer llegar nuestra música y nuestros propósitos, buscando generar un espacio más luminoso para hablar del duelo y la pérdida.

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