Vivimos una velada extraña, no por su calidad (de lo mejor que habremos visto este año), sino por un aire algo enrarecido debido a un anuncio que enfurruñó a unos cuantos: “A petición expresa del artista, se ruega por favor guardar SILENCIO durante la actuación, gracias”. Parece ser que alguno de los cabreados por el requerimiento, no se enteró de que el de Sheffield estaba de gira con tan solo su guitarra y la de su colega (treinta años de relación) Shez Sheridan. Podría cuestionarse si era necesario el aviso (la sala no era la apropiada para la absoluta quietud), quizá las canciones desnudas hubieran provocado, por sí solas, el ambiente solicitado. De todos modos, creo que es injusto acusarle por esa especie de actitud dictatorial, ya que no sería la primera vez que un espectáculo se convierte en un recreo de niños vocingleros. Él mismo se encargó, entre canción y canción, de que la función no se convirtiera en un velatorio.
Richard Hawley tiene nuevo disco, In This City They Call You Love (2024), el noveno de su gloriosa carrera en solitario. No fue ninguna novedad que no incidiera en su contenido (nos estamos acostumbrando a este vicio), así pues, construyó un set de dieciséis temas (incluidos bises) basado en melodías más o menos conocidas, en las que incluyó el cover de Bo Carter Corrine, Corrina (composición que le trae recuerdos de infancia) y las dos únicas novedades: Prism in Jeans y Heavy Rain, un par de perlas preciosas que hubiese firmado hasta Roy Orbison. En definitiva, el mismo repertorio que ha ido ofreciendo en este tour; en este punto sí se merece una colleja.
Otra de las discusiones de la noche se dirigió a la falta de una banda que reprodujera, de algún modo, los descomunales arreglos que Hawley crea en estudio. Por ese motivo no ha incluido The Ocean y un montón más que requieren de orquesta u otros instrumentos. En mi modesta opinión, la calidad de sus composiciones es suficiente para no adornarlas en demasía, Tonight the Streets Are Ours, ‘Tis Night, The Sea Calls (sombras dylanescas), Something Is…! (espectacular recreación) o Just Like The Rain, son buen ejemplo de esta teoría. Si me apuran, maravillas tipo As the Dawn Breaks o For Your Lover Give Some Time (dedicada a su mujer, 33 años juntos) ya están provistas de este minimalismo sonoro. Sin embargo, es evidente que a Standing at the Sky’s Edge le faltaron guitarrazos eléctricos y a Heart of Oak, suntuosidad.
Para gustos colores, pero la gran mayoría de los asistentes (un Apolo prácticamente lleno) reconoció la aptitud de Hawley (tipo serio con toques irónicos, incluso criticó al Brexit). Valoró su singular voz de crooner moderno, bien impostada, que no falla ni una nota y esa elegancia que le hace destacar por encima de la media, situándole en la cúspide del catálogo actual. Verle actuar (pura expresión cantora) en un escenario, vale un imperio. Junto a él, el mentado Sheridan, guitarrista (y corista ocasional) de postín que consigue hacer lo difícil sencillo sin mayor esfuerzo. Incapaz de tocar un acorde extra, todo lo que ejecuta está concebido por el bien de la musicalidad, seguro que no le gustan los piros musicales. De lujo.
La función de Richard Hawley llegaba con la etiqueta de “posible concierto del año”, quizá no conseguirá ese premio. No obstante, les puedo asegurar que los que se aburrieron y se quejaron, no prestaron atención a la calidez y magnitud de este intérprete señero. Una auténtica delicia para nuestros sufridos tímpanos.
Autores de este artículo
Barracuda
Òscar García
Hablo con imágenes y textos. Sigo sorprendiéndome ante propuestas musicales novedosas y aplaudo a quien tiene la valentía de llevarlas a cabo. La música es mucho más que un recurso para tapar el silencio.