Martín Pérez Lombarte presentó, orgulloso de ser el creador del Alma Festival (evento que anteriormente se celebraba en los Jardines del Palacio de Pedralbes), la actuación de Sheryl Suzanne Crow, primer plato fuerte del certamen 2024.
La magnífica Crow (62 y con las cuerdas vocales intactas) continúa, inevitablemente, incluida en el mainstream o, dicho en castellano: “a todos nos gusta”. No obstante, le sigue apeteciendo acercarse al country y rendir pleitesía a los Rolling Stones lo cual, dicho sea de paso, no parece un pecado grave, ser amiga del señor Jagger, ayuda. Entrar con el Start me up (pregrabado), además de declarar intenciones, manifiesta respeto a sus congéneres; nada más cerca de los adentros.
Sheryl Crow tiene un disco nuevo: Evolution (The Valory Co, 2023), trabajo irregular que, en principio, no debería existir, así lo manifestó la propia intérprete cinco años antes de editarlo. Únicamente lo exhibió con el tema principal, dedicado al IA (substancial bajonazo), creación que no deberíamos aunarla con exquisiteces tipo la impoluta The first cut is the deepest (Cat Stevens), There goes the neighborhood, la primorosa lectura de If it makes you happy o la playera Soak up the sun.
Prescindiendo de gustos personales, Sheryl Crow ha llegado a la cumbre por derecho propio. Su pequeña figura y frágil voz (entona lo que quiere) y su sonrisa (dominante) se agiganta ante los críticos; te licúa en pocos segundos. No le hacían falta unas filmaciones verbeneras, ni esas insufribles alusiones a Gaudí, para constatar que, tan solo con Strong enough, su talento estaba más que demostrado.
Un público, que ocupó las tres partes del recinto, se exaltó con All I wanna do (ejemplo máximo de lo que debería ser una canción comercial bien trenzada, no abundan), My favourite mistakes (mi favorita), Hard to wake a stand (Jagger/Richard in aeternum), Everyday is a winding road o Steve McQueen.
Si algún problema le podemos encontrar al concierto de Crow, no sería ni su credibilidad ni su estupendo estado de forma física y vocal. En todo caso podríamos acudir a las filmaciones, que no tenían relación ninguna con las letras cantadas y la falta de garra que, en algunos instantes, junto a algunas baladas melifluas, desdibujaron un espectáculo, por otra parte, pletórico, fortalecido por un combo, formado por cinco contrastados músicos, sin fisuras, que sirvió, en bandeja de plata, lo que Sheryl Crow escogiera cantar. Quizá faltó un poco de vibración, pero en cuanto a calidad andamos sobrados. No es poco.
Hacía casi treinta años que la cantante, compositora y actriz, nacida en Kennett, Missouri, no hacía acto de presencia por nuestras tierras, demasiado tiempo. Sin embargo, aquella artista que deslumbró con sus primeros discos, todavía tiene mucho que ofrecer y más en esta actual coyuntura en la que los tontos hacen relojes. El Poble Espanyol no se llenó, pero sus prestaciones dejaron a los presentes más que satisfechos. La calidad nunca se deteriora si existe talento, la Crow está de vuelta. En realidad, nunca se fue.
El Alma Festival se ha agrandado considerablemente. Además, del habitual recinto del Poble Espanyol (que sonó a las mil maravillas), pudimos disfrutar de un precioso Village, dónde, en la inauguración, actuó la cantautora barcelonesa Patricia Atzur. Motivo suficiente para alargar la estancia. Esto no ha hecho nada más que empezar. Anímense.
Autores de este artículo
Barracuda
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.