El verbo viajar lo conjugan, constantemente, toda clase de artistas. En el caso del cantautor Stu Larsen (Dalby, Australia) desplazarse es, además de constituir su modus vivendi, una especie de afrenta al marketing musical dominante. Mientras la mayoría espera sentada resultados de sus trabajos, Larsen los busca conectando directamente con el público. Si le buscamos un lema distintivo, bien podría ser Wherever I lay my hat (That’s my home), aquella formidable canción cantada por Marvin Gaye.
De joven comenzó escuchando el blues de Muddy Waters y Elmore James para, años más tarde intricarse en el universo de Joni Mitchell, Bob Dylan o Neil Young. A estas influencias le ha ido sumando los sonidos hallados en cada territorio visitado, adquiriendo un estilo propio con el que se ha granjeado una importante popularidad. Notoriedad alcanzada gracias a su maña tejiendo brillantes tonadas, muy agradables al oído, en las que relata aventuras e historias cotidianas (el tono pop ayuda) y compartiendo fotos en las redes sociales con sus seguidores; en el fondo, nuestro bardo tampoco viaja tan solo.
El nómada aussie no ha sido una excepción y, pasados dos años de forzado paro, retorna a la carretera con un Tour que le llevará por buena parte de Europa. La Nau le esperaba para escuchar las experiencias vividas en San Francisco, Dublin y en la ilimitada lista de lugares donde ha llegado acompañado de su inseparable guitarra.
Influencias y personalidad
“And Paul Simon and his Friends singing something about Mrs. Robinson on the radio”. No es casualidad que en esta estrofa de San Francisco (una de sus más emblemáticas composiciones) cite al insigne compositor de New Jersey; el tono vocal es semejante y su aliento melódico impregna muchas de las canciones del rubio trovador. Junto a la de Simon es inevitable chocarse con otras influencias: ecos “dylanianos” en la introductoria Ferry to Dublin (la armónica no engaña) y Chicago song; el inconfundible impulso de J. J. Cale en Thirteen sad farewells (la podría haber firmado él mismo); resonancias del mejor country (This train) e incluso pequeñas reminiscencias soul, como en la novedosa y pegadiza Part time lover, pieza destinada a convertirse en hit instantáneo, de aquellos que no se despegan del cerebro en meses.
Pero, a pesar de esos inevitables clichés, picando de aquí y de allí, Larsen ha construido un edificio propio lleno de suaves y precisas melodías identificadoras. En su último trabajo, Marigold (Nettwerk, 2020), álbum que todavía muestra cual novedad, los destellos personales ya surgen con descaro. Whisky & Blankets es un Larsen de pura cepa, lo mismo ocurre con la coreada Je te promets demain (en la que liga ingles con francés) y Hurricane (la más furiosa) nos muestra a un artista sin grietas, seguro, ajustando, con cordura, sus renovados conceptos sonoros; aquellos que asomaban, tímidamente, en Resolute (Nettwerk, 2017) y que ahora quedan plenamente definidos. Las relecturas de Going back to Bowenwille y sobre todo la de By the river (un tour de force admirable) no dejan lugar a dudas: la carretera por dónde camina está bien asfaltada.
OSKA, Vagabond y desenlace
En este Tour le acompaña la prometedora cantautora austríaca OSKA, quien, además de ejercer de telonera, le regala su preciosa voz (deudora de Joni Mitchell) en un par de temas. En el set particular, presentó My world, My love, Paris (2022) su álbum de debut y haciendo pareja con Stu bordaron Honeymoon phase y Wide awake & dreaming, canción estremecedora. ¿Se acuerdan del dúo Mitchell/Young en The Last Waltz? Pues, salvando las largas distancias, algo similar sucedió en el escenario de La Nau.
Para la despedida escogió dos temas de Vagabond (Nettwerk, 2014): Skin & bone y la esperadísima San Francisco, caballo de batalla que entonaron todos sus fans, quienes, desgraciadamente, no llenaron el recinto y la ocasión bien lo merecía. Entre estas dos perlas, introdujo Paper sails (2011) cuyo estribillo enamora por su simpleza y claridad: “Oh it’s gonna be a long, long night. Oh oh oh I will fight for you” Otros dicen menos con frases inútilmente hinchadas.
Stu Larsen (contentísimo de volver a Barcelona tras cuatro años de ausencia) no será un genio (lo sabe) si lo comparamos con las deidades citadas anteriormente, pero posee virtudes nada insignificantes: conoce bien el oficio, empatiza, cae bien y estamos seguros que no se venderá por un plato de lentejas. A eso se le llama integridad.
I’ll grab the whisky, you get the blankets, we’ll settle in for a little while. Tell me a story about your secret, you know the one that makes me smile. We’ll talk for hours, we’ve got the time I want to be with you through the night. Let’s be together, until the morning we could stay awake and watch the sun rise”
(Whisky and Blankets, Stu Larsen)






Autores de este artículo

Barracuda

Montse Melero
Hacer fotos es la única cosa que me permite estar atenta durante más de diez minutos seguidos. Busco emoción, luces, color, reflejos, sombras, a ti en primera fila... soy como un gato negro, te costará distinguirme y también doy un poco menos de mala suerte.