A lo largo de más de treinta años de carrera, doce discos de estudio y centenares de canciones, The Magnetic Fields ha cimentado una sólida carrera encima de los escenarios. Tres décadas dan para mucho y, en su caso, les han servido para convertirse en una banda tremendamente influyente gracias a su experimentación en el campo de la música pop. Sin embargo, por encima de eso, los neoyorquinos se han construido un público fiel, que les acompaña allá dónde van disfrutando de su pop de cámara irónico, mordaz y, por momentos, absurdo. Poco más de un año y medio después de su último paso por la Paral·lel 62 en el marco del Primavera a la Ciutat, los estadounidenses se presentaron de nuevo en Barcelona ante una Sala Apolo prácticamente llena.
Los campos magnéticos aparecieron parsimoniosos sobre el escenario sin aspavientos. Su líder, Stephin Merritt lucía su habitual e impasible cara de pocos amigos, como si fuera a encararse en el público en cualquier momento. Tras sentarse en sus respectivas sillas, arrancaron con la breve Castles of America, una pildorita de apenas treinta segundos en la que Merritt ya empezó a lucir su voz grave y ronca. Esta canción pertenece a Quickies (WEA International, 2020), su último álbum en el que ninguno de sus 28 temas supera los dos minutos y quince segundos de duración. Algo que ha sido una seña de identidad a lo largo de toda su trayectoria. Pop concreto, minimalista y sin grandes pretensiones. En definitiva, de bolsillo.
Tras toda una vida en la carretera, The Magnetic Fields no necesita lanzar disco para salir de gira. Y no por falta de ideas, pues los de Boston son una de las formaciones más prolíficas que se recuerdan, con proyectos tan faraónicos como 50 song memoir (Nonesuch Records, 2017), concebido para celebrar el 50 aniversario de Merritt y que incluye un tema por cada año de vida del artista, arrancando en 1966 y llegando hasta 2015. Ahora bien, para proyectos mastodónticos, el de 69 love songs (Merge Records, 1999), álbum que, como su propio nombre indica, está formado por 69 temas que transitan por todos los caminos de este tan manido sentimiento. Retratos vitales que exploran desde lo trágico del día a día, hasta las complejidades de las relacionadas. Todo aliñado con un tremendo sentido del humor, que bebe del surrealismo de André Breton del que los estaodunidenses tomaron prestado su nombre.
Pese a que el álbum cumplirá 25 años en 2024 y la gira de homenaje solo incluye fechas en Estados Unidos, el disco tuvo una presencia muy importante en la velada. No faltaron a la cita baladas como Come back from San Francisco, Kiss me like you mean it o No One Will Ever Love You, en las que la dulce voz de Shirley Simms ejerció de contrapoder sonoro al timbre de Merritt. Esa alternancia entre dos polos opuestos es uno de sus grandes secretos en directo, como también alternar el pop más dicharachero como Andrew in Drag, muy celebrada por los asistentes, con momentos de auténtica solemnidad como con la multiversionada The Book of Love, seguramente su mayor éxito comercial, que hizo enmudecer al Apolo.
Aunque este no fue el caso en todo momento. De hecho, en algunos momentos se escucharon quejas de parte del público hacia un sector que hacía ruido excesivo durante los momentos en los que la banda interpretaba sus canciones más intimistas. Los estaodunidensess ni se inmutaron, siguieron a lo suyo, con Papa was a rodeo, en las que brillaron con luz propia las melodías del banjo de John Woo. A medida que la noche avanzaba, el quinteto se iba soltando a la hora de interactuar con el público. Stephin Merritt mencionó a Alice Cooper y su esposa antes de arrancar Death Pact (Let’s Make A) y luego confirmó que Take Ecstasy With Me va de dos amigos que toman sustancias recreativas juntos. Genio y figura.
Para los bises quedaron los clásicos A Chicken With Its Head Cut Off, 100,000 Fireflies y It’s only Time, que fue el colofón final de un recital en el que los campos magnéticos demostraron que no hacen falta gestos populistas ni canciones grandilocuentes para atrapar al público. Simplemente, una banda y un público cómplice
Autores de este artículo
Pere Millan Roca
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.