Empezaré afirmando que no creo que haya prácticamente ningún grupo en el indie español que se acerque al nivel que Triángulo de Amor Bizarro lleva consistentemente demostrando desde hace ya casi quince años, y que por tanto esta crónica será de todo menos imparcial.
Contando con la ventaja, eso sí, de tomarse su buen tiempo entre trabajos, los gallegos llevan ya cinco discos (más dos EPs) sin apenas dar un paso en falso, manteniéndose en el cruce de caminos entre el post-punk más caótico, la belleza ensordecedora del shoegaze y el pop puro y duro sin mostrar fatiga o aburrimiento. El concierto de este pasado viernes en el Teatre del Coliseum de Barcelona fue la mejor prueba posible de todo lo que he dicho hasta el momento.
La noche comenzó con las revoluciones a potencia media con No eres tú, segundo corte de su último y homónimo álbum, que dominó gran parte de la setlist del concierto. Un tema atmósferico y de influencia dub que coge carrerilla en su segunda mitad. Inmediatamente después, un clásico de su (también homónimo) debut, El fantasma de la transición, consiguió ya que algunos de los asistentes se levantaran de sus butacas a bailar.
Esta parte de Triángulo de Amor Bizarro, es decir, la que tiene a Isa Cea como cantante, fue la vertiente que dominó la actuación durante la mayor parte, frente a la comandada por Rodrigo Caamaño, que con el paso de cada disco ha ido diferenciándose más y más entre un frenesí abrasivo por parte de él y una nube de ruido más apacible y acogedora por parte de ella, que también hizo las veces de portavoz del grupo y de ‘frontwoman’ durante el concierto. Baladas como ASMR para ti, Seguidores o Qué hizo por ella cuando la encontró lucieron especialmente bonitas bajo el juego de luces del teatro. Tampoco faltaron, eso sí, golpes en la mesa como Muchos blancos en todos los mapas o una Ruptura que aunque bien ejecutada, no llegó a sonar tan salvaje como en su versión de estudio.
Como animándose tema a tema, el concierto pareció subir los decibelios un poquito más con cada nuevo tramo, o quizás eran simplemente mis oídos, que se les estaba acumulando fatiga auditiva, llegando a una especie de nirvana que me encanta de este tipo de shows en el que solo notas el ruido que te rodea y todo lo demás desaparece, el auténtico shoegaze que garantiza que mantengas ese pitido en los oídos durante uno o dos días más tarde.
Con todo, la experiencia de ver a un grupo como TAB sentado y sin poder establecer mucho vínculo con el resto de asistentes trae consigo un poco de nostalgia, la sensación de estar asistiendo a un sustituto de la experiencia real. Y de repente, solo hizo falta que sonaran las primeras notas de Vigilantes del espejo, himno oficial del grupo con apenas un año de vida, para que todo el Coliseum se levantar a corear la letra, saltar y dejarse llevar, casi como un concierto de los de verdad. El público se mantuvo en pie para las dos siguientes, Barca quemada y De la monarquía a la criptocracia, y cuando se preparaban para acabar la noche con una balada, cambio de planes; no se podía desperdiciar la energía que se había acumulado de esa manera, e Isa pidió a sus compañeros de banda cambiar de canción.
El grupo rescató de su debut El crimen: cómo ocurre y cómo remediarlo, canción con una de sus frases más icónicas, ese “llevar navaja siempre es conveniente”, y que acaba con un subidón de ruido imparable con el que dejaron al público al marcharse del escenario. Cinco minutos más tarde llegó el bis, con el que aprovecharon, ahora sí, con los ánimos más calmados, para tocar la balada prometida, Cura mi corazón, el penúltimo tema de su último disco, un melancólico final que demuestra que adjetivos como “precioso” pueden servir para definir a su música. Preciosos y ruidosos, así son Triángulo de Amor Bizarro.
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Miguel Lomana
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Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.