Reivindicación, inconformismo, sueños y esperanza al sonido de folk, blues, rock & roll y garage, eso es La M.O.D.A. Alvar de Pablo (saxofón, clarinete y coros), Caleb Melguizo (batería y percusiones), Joselito Maravillas (acordeón y coros), Jorge Juan Mariscal (bajo), David Ruiz (voz y guitarra), Jacobo Naya (teclados, percusiones, banjo y guitarra) y Nacho Mur (guitarra y mandolina). Siete treintañeros aparentemente normales durante el día, pero que por la noche, junto a un uniforme de camisetas de tirantes blancas, hacen con su ritmo enérgico y sus letras, que su música cale dentro de cualquiera que los escucha.
Después de 4 conciertos el pasado abril y otro en septiembre, la banda volvía a nuestra ciudad para presentar su último disco Nuevo cancionero Burgalés, un álbum que surge de dos libros del siglo pasado, escritos por Federico Olmeda (1903) y Antonio José (1932), que recopilan canciones populares burgalesas. Un álbum con el que quieren acercarse a sus raíces y a sus mayores, lleno de canciones nuevas a partir de letras vivas, que se han ido transmitiendo de generación en generación y que significan algo para mucha gente.
Himno tras himno
27 canciones llenaron un setlist con el que se repasaron los 10 años de recorrido del grupo. Pasados 17 minutos de las 9 de la noche y con una sala repleta de grupos de amigos y cervezas, empezó un show que duró hora y media. Después de presentar Un lunes, canción que abre el último disco, David Ruiz, la voz principal, desató una ola de gritos, dirigiéndose al público en catalán: “Nosaltres estem molt molt contents de tornar a la vostra terra […] Molt agraïts de tot cor”.
Lo difícil de ser La M.O.D.A., es que al tener tantos himnos entre sus temas, siempre tienen que darlo todo para poder emocionar al público como el primer día. Clásico tras clásico, pasaron por 2013 con PRMVR o Hay un fuego y por 2017, con su disco más icónico, Salvavida (de las Balas Perdidas), cantando Mil demonios, Una canción para no decir te quiero o La Inmensidad.
Días antes del concierto me escuchaba en Spotify su álbum en directo Todavía No Ha Salido la Luna, y recuerdo pensar con los cascos puestos ‘que locura, se oye más al público que a ellos’. Pobre ilusa, no me imaginaba aún que la realidad de un concierto de este septeto era eso, saltar hasta que Razmatazz temblara y dejarse la voz cantando todos los temazos a pleno pulmón. Justo delante de mí se encontraba una pareja de unos 20 años, que no paraban de dedicarse canciones el uno al otro, cantándose cara a cara ‘No hables de milagros, no hables de milagros, no hables de milagros si no estás aquí’. Una Razz con las emociones a flor de piel, sin duda.
Sentirse como en casa
Casi llegando a la 20ª canción, David volvió a dirigirse al público dando las gracias por acompañarles en los casi 10 años que llevan viniendo a la Ciutat Comtal. Presentó la siguiente canción con un ‘Este tema está en nuestro álbum ¿Quién nos va a salvar?’ a lo que una chica que tenia cerca le señaló y gritó ‘Tú nos vas a salvar, ¡tú!’. Y después de devolverle el gesto con una sonrisa empezó el penúltimo bloque de la noche.
Después de Tiempo de despedirse, la banda salió del escenario y las luces se apagaron. Los asistentes estaban un poco agitados e incrédulos. ‘No han cantado Héroes del Sábado’ ‘¿Y la de 1932?’, se decían entre ellos. Tras dos minutos sin entender que estaba pasando, la banda regresó al escenario con sus últimas canciones (o mejor dicho, himnos): Nómadas, 1932 y Héroes del Sábado.
Se despidieron volviéndose locos y volviéndonos locos a todos, y entre saltos y aplausos cantamos al unísono “Mañana voy a Burgos, ven tú si quieres, y los dos vemos los chapiteles”. Lo que quizás no sabe La M.O.D.A. es que no hace falta ir a Burgos para conocer los Chapiteles de su catedral o los pueblos de Medina o Villarcayo, sino que ellos son el claro ejemplo de que el “hogar” se puede llevar dentro y se puede compartir con todo el mundo allá donde vayas. Agradecida porque hayan compartido su casa con nosotros, espero que puedan llamar ‘hogar’ a nuestra Barcelona, muchos años más.
Autores de este artículo
Andie Contreras
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.