Uno de los mejores elogios que se le pueden hacer al Voll – Damm Barcelona Jazz Festival es la atrevida apuesta por combinar estilos, aparentemente antagónicos, en su programación. Los acérrimos defensores del término jazz, en el sentido más clásico o purista del género, a menudo han criticado esa mezcolanza. Si atendemos a las actuaciones consecutivas de Jon Cleary/John Scofield, Bilal y la prodigiosa Adriana Calcanhotto, quizá los criticones tengan parte de razón, aunque no toda. El jazz es probablemente la música más libre y cambiante que ha existido, por lo tanto no parece descabellado cruzar el rhythm & blues con el soul y la música brasilera, variedades siempre muy unidas al sonido que califica al prestigioso festival barcelonés. En ese sentido invitar a Bilal Sayeed Oliver, Bilal, fue muy apropiado.
A pesar de ser la primera ocasión en que nos visitaba, La [2] de Apolo registró una pobre entrada, la lluvia inclemente perjudicó. Sin embargo deberíamos achacar el fiasco al desconocimiento del personaje por estos páramos. Cierto es que su carrera en solitario sólo consta de cinco discos, pero un intérprete que ha colaborado con artistas del prestigio de Beyoncé, Erykah Badu, The Roots o el idolatrado Kendrick Lamar, merecía un apoyo superior. Visto el resultado dudamos de su retorno y sería una pena porque, a pesar de mostrarse desmedido en algunos tramos, se trata de un cantante de gran potencial con amplia capacidad de mejora, aunque ya haya cumplido los cuarenta.
El trío acompañante ataca los primeros compases de Sirens II con contundencia y anotamos las primeras conclusiones: el show carecerá del ‘flow’ de su última grabación en estudio, In another life (Purpose MusicGroup, 2015). Es prácticamente imposible conseguir la sutileza de dicha grabación con guitarra, bajo y batería, prescindiendo de cualquier efecto electrónico pregrabado. Con todo, el poder de la base rítmica compuesta por el espectacular bajista Conley “Tone” Whitfield y el baterista Joseph Joe Blaxx Grissett fue suficiente para conseguir los efectos deseados: una tonalidad funk potentísima, tan solo ensuciada por algunos desmanes hard del guitarrista Randall Runyon, un buen músico con menos ‘groove’ que sus compañeros.
Por la esquina del pequeño escenario aparece la figura de Bilal ataviada con gafas de sol y una preciosa gabardina que esconde una t-shirt con estampa oriental; unas magníficas botas marrones y unos tejanos de marca completan el atuendo, deportivo y elegante al mismo tiempo. Se encamina al micrófono chulescamente, portando una taza blanca, al parecer llena de alguna infusión que humeará durante toda la velada.
Bilal abusa del postureo y de una actitud algo vacilona, ninguno de esos excesos, incluidos gritos artificiales, empañan un show de estructura sencilla, hábil y bien engarzada.
El de Philadelphia recordó el desgarro de Bobby Womack en la colosal Sometimes, pero si debemos escoger una peculiaridad en su voz, ésa sería la del falsete. Entonando Something to hold on to o White turns to grey aparecieron los espíritus Curtis Mayfield y Marvin Gaye cogidos de la mano, así como el de Prince, omnipresente. Si tuviera la voz más grave podríamos incluir a Barry White en el grupo que asesora su manera de cantar, de una sensualidad turbadora. En una de las épocas más púdicas que recordamos, en la que te bloquean por mostrar una artística foto de un pecho de mujer, reencontrase con este tipo de canciones alentadoras al beso, al abrazo y algo más, estimula. No estamos hablando de groserías ni de talante calenturriento, hablamos exclusivamente de sexo natural y puro, ¿es eso pecado? no, es vida.
Bilal posee más virtudes: es un showman cualificado, empatiza, hace reír, se mueve con gracejo por la escena. Rapea, utiliza el ‘scat’ como recurso y hasta se exorciza sin disimular.
Bilal llegó pletórico al final para interpretar Back to love, la irresistible Soul sista y los regalos habituales: en este caso Reminisce y All matter, dejándose en el camerino Is this love (Bob Marley), un acierto.
Comentábamos al inicio de la crónica el acierto, o no, de incluir un espectáculo de soul en un festival donde la palabra jazz aparece remarcada. La inclusión en el set del tema Naima (John Coltrane) les ofrece la respuesta definitiva; otra cosa es si vale la pena trastocar esa joya, en mi humilde opinión, no.
Jazz, soul y sexo, tres en uno. Dicen que es retro futurista, quizás tengan razón. Se llama Bilal.
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.