Djavan: Locura en el Tívoli

El 24 Banco Mediolanum Festival Mil.lenni nos regaló la visita de Djavan, quien finiquitó la gira europea de su último trabajo titulado D en un Teatre Tívoli abarrotado.
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Djavan Caetano Viana, Djavan, natural de Maceió (Alagoas, Brazil) ha grabado 24 discos en estudio y tres en vivo, vendido millones de copias, pertenece al Brazilian Hall of Fame y es admirado por dondequiera que vaya, reconocimiento ganado a pulso.

Cierto es que su trabajo no ha estado demasiado emparentado con otros artistas contemporáneos si buscamos originalidad o riesgo, pero la calidad, elegancia y buen gusto le caen por todos lados. De hecho, en los 80s, época de puristas, modernos y sabelotodo, discos como Luz, tenías que escucharlos a escondidas por el temor a que te llamaran hortera. Con el tiempo se habrán dado cuenta de que se trataba de una joya de samba-pop brasilero inmune al paso del tiempo.

A sus 74 veranos (seamos originales) ha editado D (Sony Music, 2022), una especie de síntesis de su estilo musical que deja en evidencia a los productos facturados con el piloto automático puesto. Si los “músicos” actuales fueran honestos, matarían por obtener una producción de tal categoría.

Djavan llegaba al Teatre Tívoli de Barcelona, en medio de gran expectación (entradas prácticamente agotadas), con la intención de ofrecer novedades y regalarnos un puñado de los hits que le han convertido en leyenda.

Del sufrimiento al éxtasis

 

Hay noches en las que el traje de crítico deberíamos dejarlo en un perchero y disfrutar, verbo que cuesta conjugar en la mayoría de casos. El concierto de Djavan en el Tívoli pertenece a este tipo de acontecimientos.

Flaco favor le haríamos al lector si sólo nos dedicáramos a buscar pegas o escribir elogios sin merecimiento, práctica muy usual en los tiempos que corren. El público, enloquecido con su ídolo, no se merece una crónica detallista, ni positiva ni negativa, desea leer que lo sucedido, en el Teatro de la calle Casp de Barcelona, quedará grabado en sus corazones el resto de los días. Cantaron hasta desgañitarse, lloraron en los momentos serenos y saltaron de sus butacas en un recorrido aplastante que no olvidarán jamás. Con esto nos podríamos quedar si no fuera porqué pasaron más cosas y, desgraciadamente, debemos contarlas.

¿Debemos obviar el error de permitir comer palomitas o beber cava en copas de plástico verbenero? no.  También sería injusto, dado el pundonor que le puso el brasileño, hablar de los desajustes vocales que tuvo en el primer tramo (básicamente en la zona grave, en la alta anduvo más seguro) y que, al menos, a un servidor le hicieron sufrir en demasía. Tampoco deberíamos eludir las observaciones sobre una banda, profesional a más no poder, pero que, sin embargo, se limitó a cumplir el expediente (con holgura), sin echarle demasiado frenesí.  Y hasta aquí la odiosa labor crítica. Hablemos en positivo.

Si mi memoria no falla era la primera vez que presenciaba un concierto en el Tívoli (los musicales no cuentan) y me alegró gozar de un sonido excelente que facilitó el triunfo.

Con las luces apagadas, una voz, escondida entre bambalinas, presentó a la banda y a cada uno de los que hicieron posible el espectáculo: técnicos de sonido, de luces, de ambientación, etc… Acabada la original introducción, los ritmos tribales se adueñaron del escenario. Djavan apareció interpretando Curimim, pieza de tono africano que combinó con los aires funk de Boa noite. Arranque vibrante, ideal para enlazarlo con la novedosa Sevilhando, destacada pieza de D y que sirvió como inicio de la vorágine de éxitos que nos esperaban. Eu te devoro fue el primero.

No hace falta subrayar que la hinchada brasileña-barcelonesa ocupó la mayoría de los asientos del recinto y que contribuyó a crear un arrebato conmovedor.

Antes de volver a D con el slow-funk Num mundo de paz, ya había destrozado a la audiencia con Outono, Cigano, Avião y la celebérrima Flor de Lis que en 1995 descubrieron, para muchos, los Ketama. Con el viento a favor se tomó un maravilloso respiro acústico que acabó siendo el momento glorioso de la función. Con la voz mucho mejor entonada, nos iluminó (luces encendidas) con Meu bem querer, Oceano y Un amor puro (apoyo suave del grupo). Tres canciones que valen su peso en oro, aperitivo de la lujuria final.

Enloquecimiento

 

Minutos antes de encender la mecha definitiva, interpretó la reciente Iluminado (ecos country) ligándola afinadamente con Azul, en la que mostró su faceta más jazz, marcándose unos pasos de baile llenos de swing. La sensualidad tensa de la extraordinaria Sem você (incluyó una coda de chapeau) despertó a la fiera.

Olvidando complejos de edad y aupado por los abducidos seguidores, atacó, furiosamente, Tanta saudade, utilizó su personal “scat” en Se, abordando Samurai de modo arrollador. A ella se le unieron dos canciones más de Luz: una acelerada versión de Sina (el Soul food to go que popularizó The Manhattan Transfer) y la más calmada Pétala. La animadísima Lilás completó el brazilian-party.

Recojamos el traje del perchero para las consideraciones finales.

Djavan es un artista que se maneja como nadie en vivo, un perro viejo que domina el territorio a sus anchas y a quien no se le escapa ningún detalle por pequeño que este sea. Utiliza una cadencia rítmica que parece algo monótona, pero que te acaba atrapando cual boa constrictor. Alguno le acusará de acercarse peligrosamente al mainstream, olvidándose, casi por completo, de la esencia popular del inmenso legado musical de su país de origen y no le faltará razón. Sin embargo, es tanta su profesionalidad y ese inconfundible savoir faire que los reproches deben guardarse en un cajón con llave.

En conclusión: completísimo show que pasó cual tornado y derrumbó el viejo Teatre Tívoli de un soplido verde-amarello. Mañana empieza la reconstrucción.

E o destino não quis me ver como raiz de uma flor de lis. E foi assim que eu vi nosso amor da poeira, poeira, morto na beleza fria de Maria. E o meu jardim da vida ressecou, morreu. Do pé que brotou Maria nem margarida nasceu”

Flor de Lis, Djavan, 1976

Djavan © Dani Alvarez
Djavan | © Dani Alvarez
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Djavan © Dani Alvarez
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Autores de este artículo

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Dani Alvarez

Bolerista y fotógrafo. Como fotógrafo, especializado en fotografía de espectáculos. Dentro de la fotografía de espectáculos, especializado en jazz. Dentro del jazz, especializado en músicos que piensan. Trabajo poco, la verdad.

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