La ductilidad en la programación del Festival Jardins de Pedralbes, permite a los asistentes gozar con estilos muy dispares: chanson, jazz, ópera, pop, flamenco, soul e incluso el ballet cohabitan durante más de un mes sin tirarse los platos por la cabeza. Cuando el respeto es mutuo y la calidad óptima, todo resulta más sencillo. Un día antes del adiós al mes de junio, la organización apostó por el blues ácido y sin concesiones de Gary Clark Jr., otro cambio estilístico que, además, sirvió al tejano para resarcirse del fiasco que supuso su última actuación en la Sala Apolo barcelonesa hace casi un año. En aquella ocasión el guitarrista no tuvo su mejor noche y lo contamos entristecidos, algo raro había sucedido, le debíamos una segunda oportunidad, se la dimos y no falló, dando la vuelta cual calcetín.
Existen varios factores para ese cambio tan brusco en tan solo doce meses: entre ellos, la mejora del sonido (desajustadísimo entonces) y su nuevo trabajo, diecisiete temas sin desperdicio que le han dado nuevas alas. La inspiración ha vuelto y con ella la concentración más absoluta, un niño con zapatos nuevos.
Los primeros compases de Bright lights fueron muestra definitoria, aquel era otro Clark, el que silencia auditorios, el prestidigitador de la Telecaster, el músico que, con la profundidad de su discurso, agita tanto mentes como almas. El relevo de los grandes del blues estaba nuevamente entre nosotros y una poderosa banda le arropaba fielmente.
Sin dejar en el cajón alguna de sus perlas pretéritas, el bluesman centró la actuación en las canciones de This land (Warner Records, 2019), una decena si a uno no le fallan las cuentas, más de la mitad del álbum, dos tercios largos del lúcido espectáculo. Habitualmente presentar canciones nuevas es un riesgo. El desconocimiento provoca despiste, cuesta adaptarse a lo inédito, inquietud y curiosidad no son virtudes reflejadas en la sociedad actual, por suerte, en este caso, dada la calidad impregnada, no importó, a mitad del show el público presente ya se había puesto en pie ovacionando al intérprete; insólito aunque merecidísimo reconocimiento.
Gary Clark Jr. no es solamente un guitarrista prodigioso, sus prestaciones como vocalista son muy meritorias. Lo mismo puede recordar a Johnny “Guitar” Watson en What about us como concebir un hervor funk, a lo Curtis Mayfield, en Feed the babies. No le supone ningún esfuerzo cambiar del tono baritonal al falsete, los ejecuta naturalmente, sin despeinarse, cierto es que el sombrero de ala ancha se lo permite.
Estuvo colosal en Got to get up, flirteó con el reggae (habitual recurso) en You saved me, encandilando también con la más asequible When I’m gone (construcción perfecta), su nuevo hit. Parecen momentos álgidos, lo fueron, pero hubo muchos más.
Cruzó de manera brillante las dotes vocales con guitarrazos portentosos en la balada Our love, a la que siguió una grandiosa I got my eyes on you (Locked & Loaded), construyendo un ‘tour de force’ sublime. Low down Rolling Stone le sirvió para encarar Gotta get into something (Chuck Berry y Ramones dándose la mano) y ésta para introducir la parte definitiva. En ella sobresalieron Please come home (homenaje al Doo Wop de los 50’s), la necesaria When my train pulls in, This land, un blues amargo mezclado con hip hop y reggae que constituye un firme alegato anti racista (no se pierdan el impactante video) y Pearl Cadillac, superlativo colofón final.
Los bises se hicieron de rogar, pero finalmente cayeron: The guitar man, otra joya de su reciente obra (atinados efectos de voz robotizados) y Come together, coreada religiosamente. Más de dos horas de festín.
Los jardines de Pedralbes vivieron una velada de música negra mayor, sin trampas; sus árboles nos dieron un fresquito sanador y Gary Clark Jr. una exhibición para el recuerdo. Vuelve a estar en las alturas, un desliz lo tiene cualquiera. Si había espinas que quitarse, se las arrancó de un único guitarrazo. Soberano.
Autores de este artículo
Barracuda
Sergi Moro
Desde que era un crío recuerdo tener una cámara siempre cerca. Hace unos años lo compagino con la música y no puedo evitar fotografiar todo lo que se mueve encima de un escenario. Así que allí me encontraréis, en las primeras filas.