Madness es un caso atípico dentro del viciado círculo del pop, rock y demás variantes. No tan solo por mantener casi la misma formación (seis de siete) que grabó aquel mítico One step beyond… (1979), si no porqué han salvaguardado el status de banda referencial contra vientos, mareas y usanzas circunstanciales.
Partiendo de un homenaje a su ídolo Prince Buster, los de Camden Town (London) introdujeron la popularidad del ska jamaicano (junto a The Specials y otros grupos ejemplares) en todo el mundo y lo cruzaron con una personalísima visión del pop que ha constituido, con los años, su seña identificativa.
Sea a base de covers didácticos, canciones primorosamente tejidas o vídeos humorísticos y de un ingenio no superado, Chris Foreman, Mike Barson, Lee Thompson y el frontman Graham “Suggs” McPherson (su núcleo duro) han labrado una carrera llena de hits apabullantes que decayó en 1986, provocando la disolución del grupo. La reedición de It must be love (Labi Siffre) en 1991 provoca un retorno en el que confeccionan discos con la enjundia de The liberty of Norton Folgate (2009) o Can’t touch us now (2016).
La Locura llegaba al Festival Jardins de Pedralbes con la maleta repleta de joyas y alguna novedad. Un nuevo paso adelante.
Colores característicos y arranque
A diferencia de otros conciertos del festival, en el de Madness, los auténticos fans se comieron a los curiosos.
Seguir a los londinenses es una especie de religión. Durante el previo paseo por los jardines, avistamos numerosas camisetas marca Fred Perry, maduros mods de la ciudad, gorros egipcios (de tendencia verbenera) y sobre todo un ambiente distinto, amigable, colorista, perspectiva de que algo gordo y loco iba a suceder. Las gradas (volvieron a tambalearse en el tramo final) y las entradas de pista (donde se viven las emociones reales) se agotaron. El cuerpo a cuerpo era innegociable, la comunión entre público y “Suggs” & Cía., ineludible. En ese juego de complicidades, radica buena parte del éxito de la empresa, la primera explosión lo confirmaría.
Algunas formaciones se guardan su mejor baza para terminar por todo lo alto, Madness queman naves desde el minuto uno. Tan suculenta es la ristra de pelotazos que pueden permitirse el lujo de abrir con One step beyond… (Suggs gritó Un paso adelante) y saber, a ciencia cierta, que la despedida será igualmente eficaz e incluso más arrolladora si cabe.
Un joyero excepcional
El paso inaugural supo a gloria. Versión ligeramente ralentizada de influjos jazzísticos (tremendo solo de saxo), fiel demostración de que utilizar los viejos temas no es, siempre, sinónimo de encasillamiento si se trabaja en la evolución de las canciones. Lo mismo sucedió con Embarrassment, The Prince, su single de debut que gozó de unas preciosas filmaciones con Prince Buster y el primigenio ska jamaicano como protagonistas, My girl o la enorme NW5 de 2009, pieza que contiene un estribillo tan bello como pegadizo: “I would give you everything for just the smile you bring, just to hear that song to sing”. Deslumbrante.
Entre The sun and the rain (Gene Kelly en la pantalla) y la calypsera Wings of a dove (estruendo generalizado) apareció Baby burglar, novedosa producción bien construida, pero a la que le falta garbo. Bastante peor nos pareció If i god mad, la otra primicia. Habrá que ver cómo van encajando.
La instrumental Return of the Palmas 7 cedió el testigo a Shut up y Bed and breakfast man enlazada con Mr. Apples, principio de la “mascletá”.
House of fun (sinfonía de humor con coda de vals), Baggy trousers (Pedralbes bota que bota), Our house (delirio) y una fenomenal lectura de It must be love, temazo que no envejecerá nunca.
Para los bises se guardaron Madness (Prince Buster) y Night boat to Cairo, tremenda versión con filmaciones de momias animadas, motivos egipcios y fragmentos del film Cleopatra con Elizabeth Taylor y Richard Burton.
El amigo Suggs sigue siendo un cachondo. No ha perdido ni una pizca de vis cómica ni su acidez crítica de los inicios. Le lanzaron una bufanda y dijo que tenía frío, se colocó una toalla en la cabeza como si fuera Ramsés y, ante unas imágenes del primer ministro británico Boris Johnson le desafió con mirada taladradora. Genio, figura y cerebro. Que vaya cumpliendo aniversarios, se le necesita.
La rumorología escribe que les queda poco para el retiro. Los criticones les incluyen entre las supuestas momias de un evento en el que no se para de danzar. Si Madness están momificados, el cronista también quiere embalsamarse.
Simply Red, Chic, Madness. Don’t stop the dance.
Madness, madness. I call it gladness, well if this is madness”
Madness, Prince Buster
Autores de este artículo
Barracuda
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.