Marco Mezquida es tan buen músico como persona. Tan generoso con sus colegas de profesión que nadie siente envidia de saber que trabaja, en acreditados escenarios, noche tras noche. Todo son alabanzas para un pianista que ha alcanzado, a sus 34 años, un prestigio del que pocos, a su edad, pueden presumir.
Utilizando un calzador, encontramos un hueco para charlar sobre su visita al Festival de Torroella de Montgrí y esta vorágine que parece no tener fin. Nos atiende desde Italia, recién llegado de Lugano (Suiza). Entramos rápidamente en materia
George Gershwin, quizá, ha sido el compositor que mejor entendió la relación entre música clásica y jazz. ¿Te has inspirado en ese concepto para definir tu estilo y carrera?
Muy buena observación. Siempre he intentado, de manera un tanto natural, llevar todas las influencias de mis compositores clásicos favoritos a mi terreno, un terreno más popular, libre y personal. El objetivo es enriquecer la historia del pianismo con las músicas que viven de la improvisación como el jazz.
Mezquida toca solo, en dúo, trío, o en este ocasión con orquesta. ¿De qué modo llevas el rol en cada una de estas situaciones?
Tocar solo es semejante a la creación de un monologuista: Capaz de crear e hilvanar un discurso con todo su imaginario y libertad. El dúo o el trío son mucho más dialogantes. Cada situación tiene sus retos y responsabilidades. Me siento más a gusto en las pequeñas formaciones, pero tocar con orquesta también es un estímulo muy apasionante, me sirve para ver cómo puedo conectar con una gran formación. En este caso es un reto mayor porqué se trata de interpretar una obra muy versionada como es el Rhapsody in blue a la que, cual pintor, debo poner mis pinceladas de colores al servicio de la obra de Gershwin.
No soy un pianista de clásico ni tampoco estrictamente de jazz. Quiero pensar que mi obra es atractiva y puede aportar un granito de arena en este siglo XXI
¿Es sencilla la cohabitación, en una orquesta, de elementos fijos con uno de foráneo, en este caso pianista?
Depende de la obra, de cada una de las personalidades que concurran, pero yo estoy convencido de que, en este caso, la predisposición va a ser muy buena y todo sucederá de manera muy espontánea. Las partes orquestales se mantienen y únicamente habrá cambios cuando se quede el piano solo.
Xavier Puig es el director de la Simfònica. ¿Os conocéis?
Personalmente no, aunque he visto alguno de sus conciertos y he estado en contacto con él.
Aunque tu prestigio es ya significativo, compartir cartel con artistas de la talla de Joaquín Achúcarro o Maria João Pires, todavía debe imponer.
Impone mucho, son nombres mayúsculos del pianismo mundial y grandes referentes personales. De todos modos, sé muy bien en qué lugar estoy, conozco mis posibilidades. No soy un pianista de clásico ni tampoco estrictamente de jazz. Quiero pensar que mi obra es atractiva y puede aportar un granito de arena en este siglo XXI.
Muchos conocieron Rhapsody in blue por la intro de Manhattan, film dirigido por Woody Allen en 1979. ¿Cuándo llegaste a ella y a la obra del genio norteamericano de origen judío?
Llegué a ella hace seis años, tocándola, por primera vez, como pianista solista con la Orquesta del Penedés. A Gershwin le conocí anteriormente por sus standards, los preludios para piano solo, el concierto en Fa mayor y también había tocado Un Americano en París, a cuatro manos, con mi profesor de Menorca. Llevo tiempo familiarizado con la música de este compositor maravilloso y prolífico que murió muy joven a causa de un tumor cerebral. Una lástima, porqué estoy convencido de que hubiese tenido un recorrido enorme. Era un músico con un don especial para el lirismo y la melodía. Pese a su corta vida (falleció a los 39 años) su legado es abrumador.
¿Podría formar parte de un proyecto futuro?
No lo descarto, pero cada vez me motiva más potenciar la creación propia. Mi propósito como músico reside más en crear que en reinterpretar. Aunque Gershwin siempre está ahí, al igual que Ravel, Beethoven (Beethoven Collage) o Josquin Desprez. Nunca se sabe.
Aeropuertos, carreteras… tengo muy poco tiempo para estudiar y componer, aunque siempre estoy canturreando e inventando cosas nuevas
Junto a ti y la orquesta estarán el contrabajista Marco Lohikari y el inseparable David Xirgu a la batería.
He querido contar con ellos en esta peculiar versión del Rhapsody, necesitaba que fuera más rapsódica. La rapsodia contiene improvisación, en esencia es popular, contiene mucho groove y jazz, yo la quería más jazzística si cabe. La que voy a ofrecer en Torroella es una versión más despeinada, menos recta, algo punky o canalla, cómo se quiera denominar. Son músicos con un enorme bagaje, dos orquestas en sí mismos. Xirgu es una persona con gran sentido del humor, dentro y fuera del escenario y Marco es un enorme contrabajista sueco, poseedor de una gigantesca solidez y un pedazo de sonido inconfundible. Habrá fragmentos de trio con orquesta, solos de trio y otros de piano en solitario.
Hablemos de futuro: Imaginamos que entre concierto y concierto, aún te queda tiempo para preparar cosas nuevas.
Es complicado, no paro de viajar: aeropuertos, carreteras… tengo muy poco tiempo para estudiar y componer, aunque siempre estoy canturreando e inventando cosas nuevas. De hecho ya estoy preparando el material del próximo disco que grabaré junto a Martín Meléndez y Álex Tobías con los que sigo presentando Talismán (Marco Mezquida, 2020). También planeo, junto a ellos, una suite para la primavera de 2022; el tercer disco acompañado de Chicuelo; otra producción junto al coro de voces blancas, a estrenar en Girona a final de año y un concierto para el Sónar con inteligencia artificial que puede ser muy especial. Esas son las propuestas en las que trabajo hasta final de año.
¿Cómo resuelves el puzzle musical que habita en tu privilegiada cabeza?
Con naturalidad. Me siento libre y cada día me gusta vestirme con prendas nuevas. Este puzzle, del que hablas, hace que me sienta en forma, estimulado, quiero que el arte sea lo más rico posible. Si sólo jugara con un repertorio, mi potencial no sería tan alto. La diversidad de planes me lleva a crear ideas frescas, llenando de alegría mi agenda.
Marco Mezquida ha sido padre, recientemente, de un hermosísimo niño. ¿Se puede compatibilizar?
Por ahora sí. El niño viaja casi siempre conmigo y Mireia, mi pareja. Hemos hecho, juntos, más quilómetros en tres meses que la mayoría en toda su vida. Se porta bien, duerme de maravilla, nos permite disfrutar de paseos: por ejemplo esta mañana hemos estado en el lago de Lugano, ha sido fantástico. Cuando vea las fotos de mayor flipará al saber cuántos lugares ha visitado.
Hace un par de meses, gozaste con la actuación de Brad Mehldau en el Palau de la Música, uno de tus ídolos. Hubo controversia acerca del repertorio elegido. A sus habituales versiones de Radiohead, ahora ha añadido abundante repertorio de The Beatles, aunque llevado a su terreno. ¿Es lícito? ¿Te has planteado incluir pop o rock en tu repertorio?
A mí me encanta hacer versiones, lo que sucede es que en estos momentos quiero mostrar mi sello creativo y defender esa creatividad. Mehldau posee tal personalidad que le permite expresarla en composiciones ajenas. En el Palau, delante de mil personas es lógico hacerlo, hablamos casi de una pop-star y se permite licencias de este tipo. Además no elige las canciones más trilladas, en un local más pequeño no lo haría. Y por supuesto, es más que lícito. La grandeza de los artistas la da la libertad para poder tocar con mayor pasión y energía. Sin embargo, yo admiro más a creadores como Silvia Pérez Cruz, Albert Pla, Alfonso Vilallonga, Sabina, Paul Simon o The Beatles. A los que viven versionando a otros les felicito, pero nunca estarán al mismo nivel.
¿Cuándo se toca techo?
Es una decisión personal. Hay músicos que siempre intentan renovarse como Chick Corea o Keith Jarrett, en cambio otros no desean tener esa curiosidad y se quedan con lo que ya tienen o prefieren dedicarse a hacer vinos, es totalmente subjetivo. En mi caso quiero que mi carrera sea de fondo. Alegrarme de lo que hice en 2010, 2015, 2021 y en 2040, si Dios quiere.
¿Quién es, para Marco Mezquida, el mejor pianista de todos los tiempos?
Beethoven, Chopin, Liszt, Rajmáninov, Scriabin, Debussy, Art Tatum, Keith Jarrett y Brad Mehldau. Todos estos genios fueron los mejores de su época, únicos. Una evolución en el arte del piano.
Dentro de unos años podremos incluir, entre ellos, a Marco Mezquida. Su destino está escrito.
Autor de este artículo