Casi desde el minuto cero me imaginé a Skye Edwards, cantante y principal pata de Morcheeba junto con Ross Godfrey, como la capitana de un barco. Como una pirata, pero no antigua y haraposa, sino futurista y sofisticada. No sé muy bien qué era. Quizá su hipnotizante poderío, quizá su extraño glamour. Pero con ese aire que le llegaba de frente y esa ropa que le balanceaba me era fácil imaginármela en un barco, surcando las olas, sintiendo el frío viento en la cara y oliendo el salado e indomable océano. Y cuando llegó el turno de The sea se confirmó esa imagen.
I left my soul there,
Down by the sea
I lost control here
Living free
The sea (Big calm, 1998), Morcheeba
Pero dejemos mi perturbada imaginación y vayamos a los hechos.
Fact 1: Morcheeba es una de las bandas más importantes dentro del trip hop, además de precursora y referente para muchas otras que vinieron detrás. El trip hop es un género que nació en Bristol en los años 90 y que mezcla soul, hip hop, reggae, música electrónica, R&B, funk, jazz, música ambient… A ver, que tiene un poquito de todo lo bueno, para entendernos. Y de esa mezcla tan rica y saludable para nuestros torturados cerebros salió uno de los mejores álbumes de la historia: Big calm (Indochina / Sire, 1998).
Fact 2: Quizá porque la mayoría de las canciones que interpretaron pertenecían a este disco glorioso (Bindfold o Part of the process, por ejemplo), o porque también hubo espacio para temazos de otros discos como Otherwise, de Charango (China Records, 2002). O tal vez porque se ven las tablas que tienen tanto vocalista como músicos sobre el escenario a años luz. Lo cierto es que el público estaba encantado. Audiencia extremadamente variada, por cierto. Mucho guiri, así como muchas edades y personalidades distintas: desde los que se pasaron las dos horas en sepulcral silencio observando cada detalle hasta los que montaban el jaleo todo el rato, incluso casi al final del concierto, cuando Edwards llevó el minimalismo de Sweet L.A. al paroxismo.
Fact 3: Esta canción, Sweet L.A., pertenece a su nuevo disco Blaze away (Fly Agaric Records, 2018). Dentro de este álbum está todo el imaginario de Morcheeba: blues de los cincuenta, psicodelia de los sesenta, reggae de los setenta, electrónica de los ochenta y hip hop de los noventa. Nos gusta. Blaze away es un regreso más que digno después de cinco años de silencio.
Empezaron el concierto en Barcelona igual que empieza su nuevo trabajo: con Never undo. Buena introducción para ambos formatos. Se nota que saben de qué va la movida. Y esto me lleva de nuevo a lo que comentaba antes de las tablas: a Skye solo le bastó un segundo para meter a toda la Razzmatazz en el bote. Dijo “si us plau canteu amb mi” en el momento exacto, un instante antes de que rompiera el estribillo. Claro, la gente se emocionó al escuchar catalán en la boca de una británica. Gritaron entusiasmados y ya que estaban con la boca abierta se engancharon a la canción. Algo así. La cuestión es que fue uno de los momentazos de la noche.
Sucedieron otros momentos mágicos para recordar; el primero de ellos cuando se quitó el sombrero para lucir un tocado muy extravagante – pero muy guay – enorme y lleno de plumas, y el segundo cuando toda la sala le cantó el happy birthday a su hijo, el batería, Jaega Edwards. Cumplía 23 años. ¡Igual que la banda! Awesome. Otros detalles que hicieron muy felices a los asistentes fueron las covers: Let’s dance, de David Bowie; Summertime, de George Gershwin; y Don’t let it bring you down, de Neil Young. Pero antes de todo esto Volver, dúo madrileño de pop electrónico, calentaron al personal. Con referentes como London Grammar, The XX o Delaporte – que actuaron en el mismo ciclo, igual que Orishas – no les puede ir mal.
Conclusión: No es que la música de Morcheeba haya “envejecido bastante bien”. Es que no ha envejecido. En su concierto en la Razzmatazz de Barcelona dentro del ciclo Mad Town Days by Jim Beam han demostrado que después de 20 años de carrera – y de muchas idas y venidas entre medias – continúan siendo vigentes.
Autores de este artículo
Paula Pérez Fraga
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.