Me imagino a los fans que empezaron a hacer cola a las siete de la mañana en la puerta de Razzmatazz (el propio grupo lo compartió en redes) cuando vieron el anuncio del concierto; “los voy a poder tocar con la mano”, debieron pensar. Y es que no es ninguna tontería ver a tu banda favorita a un palmo, cuando llevan diez años sin pasearse por tu ciudad y acostumbran a tocar casi siempre en festivales masivos.
Y es que los de Tim McIlrath tampoco visitaban la península desde 2015, cuando ofrecieron dos multitudinarios y recordados conciertos en conjunto con Refused y sus amigos vascos de Berri Txarrak. En aquella ocasión, varios miles de personas se congregaron tanto en el pabellón BEC de Barakaldo como en el palacio de los deportes de Madrid (ahora Wizink Center), por lo que la cita en la ciudad condal se presentaba como una ocasión de lujo para poder ver de cerca una de las bandas top de la escena punk-rock y hardcore mundial. Una oportunidad inusual brindada por la nueva edición del Resurrection Fest en Viveiro, en el que tanto los de Chicago como los locales Blowfuse, artistas invitados para la ocasión, actuarán en los próximos días.
Calentando o ardiendo motores
La velada empezó con el salto de los Barceloneses Blowfuse a escena, con buena parte del público ya presente. No nos extrañó. El empate técnico en cantidad de camisetas que se podía observar por el barrio de Poblenou ya nos advertía de que estos de teloneros, tienen poco. No es solo que jugasen en casa, si no que venían de girar con Bad Religion en sus conciertos de 40 aniversario, nada más y nada menos. Desde el principio salieron enérgicos, con ganas de divertirnos, con sus incesantes saltos y animando al público a montar pogos. Para el tercer o cuarto tema, la sala estaba prácticamente llena. En un set de escasos 30 minutos les dio tiempo a tocar una selección de sus mejores canciones como Ripping Out, presentar su último single State Of Denial y animar a dos chavales, que acabaron emulando el fail de Joan Dausà, a saltar desde el escenario al foso en Radioland.
Llega la furia
A las nueve en punto llegó el turno de los Rise Against, que subieron ataviados con guitarras customizadas con diseños de su último trabajo y un telón que mostraba las siglas RA. Completaban la puesta en escena unos cuantos focos de luz blanca a los que el técnico sacó gran provecho combinándolos con el resto dispuestos por toda Razz. Sencillo, suficiente y perfecto para una gran noche de crudo rock; cuando hablan las canciones, menos, es más.
Tim McIlrath canta contra el racismo, la xenofobia, el cambio climático y cualquier injusticia social que merezca ser gritada desde un escenario. Sacando sus cartas desde el primer momento, la apertura gloriosa con Prayer Of The Refugee y su reconocible cambio de ritmo en el estribillo nos recordaba las muertes de varios migrantes hace pocos días, a cargo de las policías española y marroquí, en Melilla. La respuesta del público fue como si la rabia contenida de cientos de adolescentes con las paredes de su cuarto repletas de pósters hubiera explotado de golpe. Los brazos al aire ya no bajarían durante todo el concierto.
Repaso de veinte años
A pesar de que en el cartel el concierto se anunciaba como parte del ‘Nowhere Generation European Tour’, nombre de sus últimos trabajos, lo cierto es que solo interpretaron dos de los nuevos temas: el homónimo Nowhere Generation (2021) y Last Man Standing (2022), extraída de su más reciente EP y que decidieron tocar por primera vez para nosotros. Quizás se olían la tímida acogida que iban a tener los nuevos cortes y por ello optaron por un repaso de grandes éxitos.
Sonaron The Violence (Wolves, 2017), el desencanto del sueño americano Satellite (Endgame, 2011) o la depresiva Ready To Fall (The Sufferer & the Witness, 2006), aunque no con el mejor sonido. Curiosamente fue a partir del primer nuevo tema cuando se notó un mejor empaque entre los instrumentos y la gran voz de Tim, que destacó mucho más a partir de ese momento.
Público y banda: uno
“¿Cuántos haños han pasado, Barcelona? ¿Diez? Habéis viajado mucho para vernos, lo sentimos y os lo agradecemos”. Las palabras del cantante agradaron, como no, a sus seguidores y prosiguió la tarde de incombustibles saltos, pogos y gritos puño en alto desde la pista. Comunión total, se veía que había ganas. Midiendo perfectamente cuando hablar y cuando tocar, la banda estadounidense se desenvolvió a la perfección, entre mensajes sobre la época dura de la pandemia, la salud mental y otros grandes éxitos como Collapse, Re-Education o The Good Left Undone.
Quizás desde el foso se vio bonito el encendido de linternas de los móviles que propusieron para animar Nowhere Generation (el viejo truco empieza a aburrir), pero desde atrás todo era un mar de pantallas que parecía cualquier cosa. Un pequeño resbalón que enseguida remontaron para acabar por todo lo alto con Hero of War (dedicada al pueblo ucraniano), Give It All (Tim abrazando al público de las primeras filas), Survive y Savior, en la que se formó un moshpit gigante que ocupaba casi toda la sala.
Rise Against pasaron por Barcelona como un tornado: rápido (no más de hora y media de show) pero llevándose por delante todo lo que encontraron a su paso. Seguro que los fans dieron por buena la espera y el dinero invertido, solo deseando no tener que esperar tanto para la próxima ocasión.
Autores de este artículo
Mikel Agirre
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.