Permítanme que en esta crónica mencione solamente al líder de la formación, sin citar el nombre comercial completo: Toots & The Maytals. No porque su backing band desentonara, de hecho es de los mejores combos de ska-reggae que he escuchado recientemente, sino por ser engañoso. El nombre de The Maytals ha acogido a muchos músicos y coristas, pero Toots Hibbert, sólo ha existido uno: ‘The one and only’.
Después del botellazo recibido en Virginia (EEUU) debido a la ocurrencia de un desalmado, todos temíamos lo peor. Ese accidente le dejó en el dique seco durante cuatro años impidiéndole salir de gira. Lo que no sabía el agresor, es que el de May Pen (Claredon, Jamaica) tiene más vidas que un gato y ha regresado con una fuerza inusitada. Con 75 años a cuestas este descanso le ha ido de perlas. No hay mal que por bien no venga, dicen las escrituras. La desatada función otoñal en una Sala Apolo a reventar, como en los viejos tiempos, así lo demostró.
El universo reggae vive una evidente decadencia, devorado por subgéneros abominables y artistas de medio pelo que creen que dando cuatro saltos y gritando ‘fuck Babylon’, tienen el cielo ganado. Los viejos y buenos artistas han fallecido o están medio retirados. El relevo no consuela a quienes creemos que el invento jamaicano era otra cosa. Producciones Reggae Shack lleva muchos años picando piedra sin dejarse llevar por ventajosas modas, esta nueva apuesta por uno de sus artistas fetiche, les salió redonda. No queda más que agradecérselo.
He tenido la fortuna de poder ver y escuchar a Toots Hibbert en numerosas ocasiones. Por desgracia nunca en su momento de esplendor. En ellas ha habido de todo como en botica, recitales fabulosos, de tránsito, y más de un fiasco por desidia o falta de voz. Este que nos ocupa se sitúa entre los mejores de las últimas dos décadas. El jamaicano es poseedor de uno de los catálogos más ejemplares de la historia del ska, por eso se le ha echado en cara, con asiduidad, la utilización de los mismos temas en sus directos. Por qué no utilizar, por ejemplo, Ska war en lugar de la insufrible, por repetida, The guns of Navarone. Es evidente que por el camino corto llegas antes. Sin embargo los vericuetos acostumbran a ser más excitantes.
En esta ocasión volvió al repertorio habitual con la salvedad de A song call Marley, canción de nuevo cuño totalmente obviable. Alguien me susurró al oído que para hacer estas cosas poco inspiradas, mejor quedarse con lo de siempre. Razón tenía nuestro amigo. Así pues, quedémonos con el reciente enfoque dado a los viejos e imperecederos éxitos.
Empezó arengando, más que cantando, con el micro a un palmo de la boca (los del vocoder disuélvanse por favor) gritando aquello de “everybody say yeah”; la sala se vino abajo. Poco a poco fue calentando su voz de soul man y en Time tough, con tremendo acelerado final, todo iba ya sobre ruedas. Pisó otra vez a fondo en Sweet and dandy recreándose, guitarra acústica en mano, en I’ll never grow old. Prosiguió con Pomp & Pride; los dichosos cañones; un excepcional Funky Kingston suavizado; Louie Louie (Richard Berry); Time tough, ralentizando el tono y añadiéndole un bonito toque pianístico y provocó la algarabía total en Pressure drop, finiquitándola a lo James Brown, de casta le viene al galgo.
Para el tramo final eligió Take me home country roads (John Denver), Monkey man (vimos a un seguidor tocando el techo de la sala por el salto ejecutado), concluyendo con la inevitable y prodigiosa 54-46 was my number. Tal era la locura que en la proclama “you give me to me” les pidió a los presentes rugir diez veces seguidas la respuesta onomatopéyica, le secundaron. Impresionante.
Ni la champions league pudo con Toots Hibbert. La leyenda no cesa. El verdadero espíritu de una música sanadora.
Funky Kingston, is what i’ve got for you
Oh yeah!
Funky Kingston, yeah is what i’ve got for you
Funky Kingston
Oh yeah!
Autores de este artículo
Barracuda
Dani Alvarez
Bolerista y fotógrafo. Como fotógrafo, especializado en fotografía de espectáculos. Dentro de la fotografía de espectáculos, especializado en jazz. Dentro del jazz, especializado en músicos que piensan. Trabajo poco, la verdad.