“Ele nâo, ele nâo”, grita parte de la parroquia brasileña, predominante en el Auditori del Fòrum barcelonés. Es el clamor popular en contra del nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Demasiado tarde, el lema “Él no” ha virado en sí. En el escenario, los protagonistas musicales parecen aislarse de la protesta, probablemente la procesión va por dentro. Negros nubarrones parecen cernirse sobre el país que vio nacer la samba. En este día crucial en la historia de su patria, Tribalistas visitaban por primera vez Barcelona en olor de multitudes, una de las apuestas comerciales más potentes del Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona 2018.
La irrupción en 2003 con Tribalistas (EMI, 2002), fue un suceso mundial de enorme magnitud, tanto en popularidad, premios, como ventas millonarias de discos. A pesar de dicha repercusión, no se lanzaron nunca a la carretera (salvo alguna esporádica excepción), han tenido que pasar quince años para salir de gira. La aparición de Tribalistas (Phonomotor Records, 2017) tiene la culpa. Ahora o nunca deben haber pensado.
La divina cantante Marisa Monte, el músico-poeta Arnaldo Antunes y el histriónico percusionista Carlinhos Brown, crearon un conjunto de tres personalidades aparentemente antagónicas, pero a las que le unían similares inquietudes musicales y una amistad transparente (palabras de Carlinhos) todavía perdurables. El amor entre ellos traspasa el escenario creando una comunión con sus seguidores que pasados esos tres lustros permanece inalterable. Ese apego y la calidad artística se erigen como indiscutible aval.
El espectáculo configurado resultó impactante por su colorido y perfección técnica. También generoso: más de dos horas de duración. Atrevidas filmaciones vistieron cada canción, algunas de carácter alternativo, otras añejas, fue el caso de la milagrosa Velha infância, una de sus cimas. Tan impresionantes resultaron que a menudo distrajeron la atención, perjudicando la escucha del canto y la música. Aunque lo intentaron (su personalidad está bien marcada), nuestras estrellas se mostraron algo encorsetadas por un show milimetrado, poco dado a la improvisación, de tintes comerciales, rozando el mainstrean. Condiciones que enfriaron la propuesta, en su origen mucho más cálida. Tampoco ayudó la inmensidad del local, algo así como una nevera gigante, excelentemente sonorizada, eso sí. Tanto, que los sonidos minimalistas ejecutados por Brown y Antunes, con sus chocantes aparatillos, sonaron a las mil maravillas.
Mezcolanza entre samba, funk, pop y rock, el repertorio escogido combinó alternativamente piezas de sus dos álbumes con temas propios de Monte y Antunes arreglados para la ocasión: las iniciales Tribalistas y Carnavália retaron a las novedosas Um só y Diáspora; Anjo da guarda a Fora da memoria, la más inspirada entre las recientes creaciones, y así sucesivamente. Pero a pesar de la indiscutible bondad de É você, Carnalismo, Passe em casa o Já sei namorar, las composiciones de Marisa Monte se llevaron la palma. La de Río de Janeiro emboba sólo con emitir un trino. Escucharla es un privilegio. Enamoramiento instantáneo. Cierto que el recitado, en tono grave, de Arnaldo Antunes le ayudó exquisitamente en Amor I love you, pero fue al entonar Água também é mar, Universo ao meu redor e Infinito particular, con el auditorio puesto en pie, cuando apareció la imbatible solista. Más complejas sonaron Sem você y Paradeiro, ambas compuestas por Antunes, o Trabalivre en que Carlinhos hizo de las suyas.
El de Bahía merece punto y aparte. Es el animador, no para de arengar, bailar, silbar, tocar timbales y diversos aparatos percutivos, una especie de clown al lado de dos personalidades más reservadas. Acabó regalando flores. Cierto que parece un personaje caricaturesco, aunque, posiblemente, si no existiera deberíamos inventarlo.
Da la sensación que Tribalistas viven de rentas, pero lo hacen tan bien y su sintonía es tan perfecta que podemos perdonarles. Obtuvieron un clamoroso éxito. Ante tal devoción a veces es mejor guardar las críticas, te hace más sabio. Nuevo triunfo del ecléctico festival.
“E a gente canta
E a gente dança
E a gente não se cansa
De ser criança
A gente brinca
Na nossa velha infancia”
(Velha infancia – Tribalistas)
Autores de este artículo
Barracuda
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.