Parece que ha llegado el momento para Angel Olsen. Coincidiendo con la publicitación de su identidad queer, la compositora y cantante de Missouri ha dejado atrás las reservas y se entrega en directo como si no hubiera un mañana. Si en anteriores visitas parecía incómoda y distante, en su actuación en la Sala Apolo mostró gran sintonía con su banda y evidenció que se lo estaba pasando en grande sobre las tablas. Y, por supuesto, contagió de su alegría a la audiencia.
Olsen sabe que está viviendo un gran momento. Su último disco, apropiadamente denominado Big Time, protagonizó el concierto, con seis de los doce temas que formaban el programa de la noche. Y de ellos, cuatro (Dream Thing, Big Time, Ghost On, Right Now) de forma consecutiva, iniciando el concierto. El resto del repertorio, con visitas a los dos anteriores discos, All Mirrors y My Woman.
La Big Time Band, como la denomina, tuvo una gran relevancia en hacer de la noche algo especial. Un sexteto con un dúo de cuerdas (violinista y chelista) que aportaron emoción y una gran creatividad a la hora de recrear las canciones. Olsen estuvo acompañada a las voces por la chelista y la teclista de su banda, con lo cual, la bella voz de la cantante estuvo bien arropada cuando había que armonizar las melodías.
Un sugerente acorde dio paso a Dream Thing, que nos situó en esa zona confesional y de duermevela que tan bien sabe sugerir la Olsen. Los tonos rojos de la sala junto a la música nos transportaban al Roundhouse de Twin Peaks, pero la noche también ofreció momentos cercanos a la sudorosa intensidad del soul o a la fría electrónica ochentena, como en All Mirrors. Hasta hicieron un guiño al Vitamin C de Can para evidenciar el eclecticismo de sus referencias y de la propuesta estilística. También sonó, por primera vez en esta gira, Not Gonna Kill You, con esa secuenciación de acordes tan Polly Jean Harvey.
Olsen estuvo exultante, con un gran dominio de su potente y cálida voz, gustándose y compartiendo anécdotas entre canción y canción. Hierática frente al micrófono; utilizando la guitarra o el teclado, o esbozando pequeños bailes en los momentos instrumentales, se mostró en todo momento extrovertida y con la fuerza adecuada para comandar la noche. Desapareció la actitud distante de la que hizo gala en su actuación en la Sala Barts y se nos mostró como una diva, sí; pero cercana.
Tras la emoción crooner de Chance, que nos dejó con lágrimas en los ojos, volvieron para ofrecer un bis con la quintaesencial torch song, Without You, de Harry Nilsson, donde la Olsen volvió a demostrar su gran nivel vocal.
Se encendieron las luces, y nos fuimos con la satisfacción de la comunión realizada, sin saber si esa actitud cercana era la verdadera Angel Olsen, que se había abierto finalmente a nosotros, o era otra de sus múltiples facetas, de sus máscaras, que nos había estado vedando hasta la fecha.
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