Aurora empezó de muy jovencita a escribir canciones, pero no fue hasta pasado unos años que decidió presentarlas en público. Su madre creyó que era pecar de egoísmo no compartirlas con los demás (descubrió la calidad al instante) y finalmente logró convencerla.
A la atribulada adolescente (perdió varios seres queridos a temprana edad) le “robaron” unos videos grabados en una escuela local que habían sido concebidos como regalo navideño y fueron colgados sin su permiso. Ese “delito” acabó siendo una bendición y la entrada en el negocio musical.
A finales de 2012 publica su primer sencillo y en 2015 aparecen Runaway y Running with the wolves que la empujan, definitivamente, a la fama. Sus composiciones tristes y centradas en vivencias personales o en la protección de nuestro entorno han calado, al igual que sus imaginativas representaciones, repletas de ese punto frágil y algo lánguido que magnetiza.
The gods we can touch (Decca-Glassnote Records, 2022) editado en enero, es la nueva apuesta de una artista cuya personalidad, para bien o para confundirnos, no deja indiferente. La meticulosa producción del tour 2022 merecía nuestra presencia.
El poder de las redes
Finalmente, la espectacularidad de la puesta en escena tuvo que reducirse por problemas de espacio, eso no fue óbice para que Aurora pudiera mostrar parte de las virtudes de un montaje austero, aunque iluminado de modo llamativo. Tanto que el cambio constante de tonos lumínicos no favoreció la labor de los fotógrafos.
No cometeremos la estúpida osadía de poner en entredicho las cualidades de la artista noruega y más cuando es capaz de colgar el cartel de ‘sold out’ allá donde pisa. Lo que si podemos cuestionarnos es si el éxito logrado merece tanto revuelo.
La mayoría del público presente (que antes de aparecer su diosa gritaba, desaforadamente, ¡Aurora, Aurora! como si quisiera abrazar el fenómeno luminiscente boreal) no sobrepasaba, en su mayoría, la treintena e incluso distinguimos adolescentes con estrellitas pegadas en la cara (uno de sus símbolos distintivos) y alguna fan disfrazada para no desentonar en el festejo. Es evidente que este tipo de manifestaciones son fruto de la feroz influencia de las apps (pueden nombrarlas todas) y de las redes sociales, las cuales funcionan como lentes de aumento de cualquier producto. ¿Existe arte y talento detrás de la envoltura mediática? La buscamos.
Monotonía angelical
Aurora, quien estuvo secundada por un trío de músicos y una corista, apareció, cual ninfa del bosque, mientras sonaba una meliflua música estilo chill out. De inicio atacó con tres floridos temas de su último disco: The forbidden fruits of eden, Heathens y Blood in the wine. Intro demostrativa de que las nuevas obras son bastante cercanas, cualitativamente, a sus predecesoras. Le siguieron, Churchyard y la coreada Warrior para volver a las novedades con Cure for me, juguetona tonada dirigida a formar parte de su ristra de conquistas: “No, I don’t need a cure for me. I don’t need it”.
Llegados a la cuarta parte del show que incluyó, entre otros, los dos hits anteriormente citados, The Seed y Queendom, varias cosas eran más que palpables: la artista nórdica tiene el poder de la atracción. Te atrapa con su voz de soprano ligera, pequeña y candorosa pero incisiva. Por el contrario, la falta de potencia queda ofuscada en algunos de los temas más resonantes. Cuando se intrinca en el modo folk acústico como en A temporary high o Exist of love su tono se vuelve angelical y brilla esplendorosamente. Pueden contemplar esa destreza en muchos videos grabados de este estilo.
El principal inconveniente detectado es que, salvo en excepciones ya nombradas, los ritmos parecieron cortados por el mismo patrón y este vicio se acumuló durante toda la velada. La sensación de estar introducido en bucle sonoro resultó casi constante. Quizá el defecto provenga de la poca sutileza del directo que amaga el perfeccionismo de las producciones en estudio, dónde los arreglos toman una dimensión totalmente distinta. También podríamos achacarlo a la decisión de estrujarse más las meninges a la hora de escribir pensamientos que en componer melodías.
Como habrán podido adivinar, este detalle, nada fútil, poco importó al respetable, volcado con Miss Akness desde el segundo uno.
Lo de esta pizpireta cantante, al menos pisando tablas, no parece flor de un día. Huele a producto inorgánico, empaquetado para gustar a la gran mayoría. No obstante, si rascamos (bastante, no lo neguemos) podemos encontrar algún tesoro escondido y un talento tapado por el supuesto mercantilismo.
Lleva seis años superándose y probablemente todavía llegue a una cima a la que ella ni hubiera imaginado cuando empezó, su madre tuvo la culpa, ya conocen la historia.
De lo que sí estamos seguros es que no estamos hablando de un relevo natural de Björk. A la excéntrica artista de Reikiavik (Islandia) no le tose todo el mundo. Lo decimos por si alguien quiere comparar, seguro que ya lo han hecho.
There’s blood on your lies. The sky open wide. There is nowhere for you to hide. The hunter’s moon is shining. I’m running with the wolves tonight. I’m running with the wolves
I’m running with the wolves, Aurora
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.