Hay algo muy admirable en dedicar casi toda tu vida a un solo propósito, entregarse por completo a una disciplina y sin embargo mantener la alegría y la pasión tan presentes como el primer día, sin flaquear. Seamos sinceros, la mayoría de seres humanos acabamos, tarde o temprano, por aborrecer nuestros trabajos. Incluso cuando se trata de las cosas que nos apasionan, de nuestros “trabajos soñados”, el hastío siempre está a la vuelta de la esquina. Michael Algar, también conocido como Olga, líder de los eternamente juveniles The Toy Dolls, no es una de esas personas, como dejó claro el pasado sábado en la última parada de su gira 40 aniversario por España, en el concierto de Razzmatazz.
Desde antes de que entrasen al escenario ya se podía apreciar el ambiente socarrón y animado que traen los Dolls consigo. El logo del grupo, una enorme cara sonriente con sus características gafas de sol, ocupaba toda la pared del escenario, mientras sonaba en los altavoces de la sala la melodía del cumpleaños feliz seguida del clásico hortera Hello, de Lionel Richie. Finalmente, el trío entró en escena, Olga tocó el riff de Fiery Jack y se dio comienzo a una memorable fiesta de cumpleaños.
Lo que sucedió después fue un espectacular despliegue de su repertorio, centrado en su disco debut Dig That Groove Baby (Volume, 1983) y su reciente Episode XIII (Secret, 2019). Su música es un punk directo, de espíritu popero, juvenil, inmaduro y orgulloso de serlo, casi como si un grupo de música infantil decidiese hacer covers de los Sex Pistols. Esta sensación queda acentuada por la voz de su cantante, que ha sabido mantener de manera envidiable su característico tono adolescente y quejica a lo largo de los años.
Más allá de sus canciones, interpretadas de manera impecable, lo que más sorprende del grupo es toda la parafernalia y el espíritu de show de variedades que presentan en directo. Hay para todos los gustos: bailes sincronizados, duelos instrumentales de guitarra y bajo, gags que incluyen botellas gigantes de champán y confeti en cantidades industriales. Por haber, hay incluso cambios de vestuario. Sin embargo, detrás de este caos aparente, existe la sensación de que no hay nada dejado al azar en los conciertos de este grupo, de que cada momento ha sido ensayado y pulido al milímetro, todo en afán de ofrecer el mejor espectáculo posible a sus fans, de mantenerlos botando y sonriendo durante 90 minutos seguidos.
El grupo se despidió con dos bises igual de planeados que el resto del concierto, en donde Olga aprovechó primero para sacar una espectacular guitarra triple y segundo para invitar a Quim Mas, de los teloneros Crim (grupo en las antípodas de los The Toy Dolls en cuanto a puesta en escena y manera de ver el punk) a tocar con ellos su clásico Glenda and the Test Tube Baby, que dejó a la totalidad de los asistentes coreando y con las manos en alto.
¿Cómo puede mantener alguien durante cuatro décadas toda esta energía y entusiasmo, año tras año, concierto tras concierto, y aún así dar la sensación de que podrían haber repetido su show de nuevo sin una mínima muestra de fatiga? Es la muestra de la dedicación total de un grupo que, aunque vaya de broma, se toma las cosas muy en serio.
Autores de este artículo
Miguel Lomana
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.