Pasados ya los grandes eventos del Fòrum (Primavera Sound, Cruïlla), queda el tercer gigante: el Sónar. Fue en el marco del primero, Primavera Sound, donde hablamos con Lil Moss (que también actuará en el festival de la Fira) y La Tiguerita, dos propuestas englobadas dentro del marco de la música urbana. Aunque son muy diferentes entre sí, comparten la vocación de innovar y de desmarcarse de los estereotipos del género.
La Tiguerita apenas tiene tres canciones publicadas en Spotify, todas apadrinadas por Rosa Pistola, una de las queens del reguetón underground, quien decía en Tentaciones que “el verdadero punk de Latinoamérica es el reguetón”. Un género que sirve tanto de entretenimiento como para romper barreras y prejuicios sobre la gente que lo hace y escucha. Aunque “ahora están comenzando a cambiar las cosas”, según Melissa, “todavía queda mucho por hacer”.
Reivindicar tus procedencias es genial pero, a veces, le digo, tengo la impresión de que la música urbana lanza un mensaje peligroso (la calle es cool, las drogas molan, para triunfar no hace falta esforzarse…) y, al final, se está vanagloriando la calle pero en realidad la peña que está en la calle de verdad lo está pasando mal. A lo que me responde: “Opino lo mismo, se utiliza la calle como algo bueno y es todo lo contrario”. Y sigue: “Tú puedes vacilar en algunos momentos pero… la calle no es buena. Eso lo sabe todo el mundo. Si estás en la calle es que no tienes nada y eso te lleva a hacer lo que sea para conseguir algo”.
Lil Moss tiene un discurso parecido: “Artistas como Cecilio G sí que cuentan cosas que han vivido ellos en la calle, pero también te digo que no es lo mismo la calle de aquí que la calle de… otros sitios. Ni más ni menos, es diferente. Y después es como en todo: habrá gente que ha vivido mucha menos calle de la que dice, y gente que ha vivido mucha calle pero que no lo refleja en sus canciones”. Su caso es particular porque viene de un entorno musulmán… “Al final lo que canto es lo que he vivido. Yo he nacido en una masía. Y tengo calle. Pero tengo calle de mi pueblo. No es exactamente la misma calle que pueden haber vivido ellos”.
Haya o no vivido más o menos calle, no apoya ese mensaje de tomar drogas, ser el más chulo, etc, porque hay gente que ha tenido suerte y ha podido salir de eso, pero miles de personas siguen en la calle y ojalá les fuera fácil salir, dice, pero no lo es. “Y estas canciones hablando de drogas y de que les llueve el dinero sin hacer nada… Creo que normalizan cosas que no se deben normalizar”. Porque, añade, “quieras o no, los chavales, sobre todo los chavales jóvenes, creen que es una cosa normal. Y cuando lo viven no se paran a pensar si es bueno o malo. Como lo dice gente que idolatran, piensan que es bueno”. Y a continuación dijo algo que me encantó, porque tengo una batalla personal con la responsabilidad social de artistas, periodistas, influencers y en general de toda voz que es escuchada por un grupo de personas, sobre todo si son jóvenes. “Llevo tres años en la música y ahora cada vez me fijo más en mis letras porque creo que también es muy importante saber quién lo consume y cómo lo interpretan”.
Le dicen el niño bueno del trap, el trapero tranquilo… Pero él no se siente identificado con esos apodos. “Sí que soy tranquilo pero no me gusta que me quede un apodo que me puso un medio. Además, la palabra trap no me acaba de convencer. Uno porque te encasillan demasiado y parece que después no puedes salir de ahí —recuerda que C Tangana fue el primero en desbancarse del género y le costó lo suyo pero realmente, añade, “el mensaje que me llega de Pucho no es de trap”— y dos porque la gente se hace unos prejuicios que al final no son…”.
Le digo que tengo la impresión de que él intenta huir de todo esto de tomo drogas, visto caro… “No es que intente huir —me responde—, es que no me siento reflejado. Yo no he vivido nada de eso, nunca he tomado nada… Y también está bien. Ojalá que haya personas que al escucharme les guste mi rollo”. Los conflictos con la música urbana, surgen, entre otros detonantes, cuando gente con otro estilo de vida —digamos, clase media— se apropia de ese movimiento para aparentar lo que no es, para divertirse… “yo eso no lo apoyo —dice La Tiguerita—, cada uno tiene que cantar lo que sienta y lo que viva”.
Si el trap está cargado de prejuicios, el reguetón tres cuartos de lo mismo, pues se suele relacionar sobre todo con el machismo. Pero ahora mismo hay muchas artistas mujeres que están haciendo las cosas de manera diferente, y muchas de ellas estaban en el cartel del Primavera. La Tiguerita nos recomendó algunos nombres: La Zowi, Albany, Tomasa del Real, Bea Pelea, Ms Nina… Lil Moss no anda falto de amigos tampoco: una vez al mes pincha en Razzmatazz con sus colegas (así se llama la sesión) y ahora acaba de publicar una mixtape con algunos de ellos (Pedro LaDroga, Papi Trujillo, Lildami, Aleesha, Yibril Rue, Lil Guiu…).
A los indies —a los haters— que azotaban con su superioridad moral este cambio del festival hacia las músicas urbanas La Tiguerita les diría que es necesario “evolucionar”. “Está guay ir ahí con tu creencia pero también hay que ir con los jóvenes y con lo que está sonando”, añade. Y Lil Moss les diría que “mínimamente se tiene que respetar porque al final todo es música y no mola… Somos personas todos al final. Y aunque sean canciones con sonidos diferentes y hechas de formas diferentes, molaría que se respetara. Tendrían que tener la mente un poco más abierta y empaparse de nuevas cosas”.
Autores de este artículo
Paula Pérez Fraga
Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.