El espacio de restauración de Nits del Fòrum parece el decorado de la Dolce Vita, con un estand de bebidas decorado con un simpático triciclo Vespa, como en un intento de que el sol del verano nos haga olvidar este año extraño en el que nos encontramos. Acompañaba al clima optimista la selección funky pinchada por la DJ Sama Yax. Pero, tras dejarnos bañar por los últimos rayos de la tarde, al bajar al escenario donde en unos minutos iba a tocar Triángulo de Amor Bizarro, la distancia entre las sillas nos volvió a recordar que el virus sigue entre nosotros.
La cantante y bajista Isa Cea reconoció, antes de iniciar la actuación, que iba a ser algo muy especial y que llevarían esa noche en sus corazones. Empezaron el concierto con la sorprendente cadencia dub de No eres tú, de su reciente último disco, homónimo. Isa dejó el bajo y centró toda su atención en la interpretación vocal, cada vez más depurada.
Tras la presentación del nuevo material, Triángulo de Amor Bizarro echaron la vista atrás para ofrecer la sentida interpretación de Muchos blancos en todos los mapas, en un juego de ida y vuelta entre discos que seguiría durante la noche. El percutivo bajo de Isa dio paso a la temblorosa voz de Rodrigo Caamaño, que volvió a lamentarse de no haber hecho lo que debería en su adolescencia.
La rabia subió de nivel con la nihilista Ruptura, el himno perfecto para expulsar la frustración que, a pesar de todo, seguía entre nosotros. A partir de ahí, el ambiente empezó a caldearse y pequeñas islas de asistentes se levantaron para conjurar los espíritus con sus bailes. A distancia, sí, pero entregados. Como gritaba Caamaño, en Canción de la fama, “Bailarás al son de mi flauta / Te sentarás como un perrillo / Te alzaré con mis manos / He aquí tu mesías, levántate y anda”.
El ambiente dream pop de Cura mi corazón, ejerció de bisagra y aportó un momento de ensoñación a la noche, con esas oleadas de ruido blanco para volar muy lejos. Y la recta final fue una aceleración continua, sin contemplaciones. El espíritu de Joy Division sobrevoló el Fòrum con el melódico bajo de Baila Sumeria, que guiñaba el ojo a Peter Hook y que dio paso a Les llevaré mi cruz y, en un bis integrado en el concierto, a las incombustibles Barca quemada y De la monarquía a la criptocracia.
Los Triángulo abandonaron el escenario sin decir adiós, tras haber roto con su pop extremista el velo aséptico de esta aparente nueva normalidad. Pero los mensajes pregrabados emitidos por la megafonía nos recordaron de qué manera teníamos que abandonar el espacio de forma ordenada, manteniendo las distancias, como los agotados obreros autómatas de Metrópolis.
Ni las aceradas letras de las canciones de Triángulo de Amor Bizarro nos habían preparado para el aterrizaje forzoso a esa incierta nueva vida que lo engulle todo.






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