Kiko Veneno ha publicado uno de los mejores discos nacionales de lo que llevamos de 2021. Se titula Hambre y viene a recalcar y remachar los muchos y buenos logros de su anterior álbum, Sombrero roto (2019). En esta entrevista nos cuenta los entresijos de esta etapa dorada que está atrevesando, así como unas cuantas cosas más, bien sean estas sus opiniones sobre Rosalía, Isabel Díaz Ayuso o Ricardo Pachón. Hablar se le da muy bien al maestro y en la lengua no tiene pelos. Así que pasen y lean, que el viaje es entretenido.
Sombrero roto y Hambre son dos hermanos muy parecidos.
Cuando me puse a componer para Sombrero roto hice veintidós canciones. Elegí las diez que estaban más preparadas, pero las otras siguieron dando vueltas en mi cabeza y sentía que iban creciendo y madurando, llegando a un sitio. Las canciones necesitan tiempo y han de llegar a algún sitio, que no se sabe cuál es, lógicamente, porque si supieras cuál es irías directamente a ese sitio. Y entonces, cuando vi que había encontrado la solución para esas canciones es cuando empecé a grabar este nuevo disco. Y ahí ya las mezclé con canciones nuevas, como Hambre, Días raros y Madera, y hasta con canciones más anteriores, como La felicidad, que viene de lejos y he visto una manera de meterla aquí.
¿Y por qué es la que cierra el disco, para acabarlo con esperanza?
No sé por qué la he puesto al final del disco. Es una canción muy misteriosa. Ni yo sé qué quiero decir con eso de la raya que hay que atravesar. Indudablemente, la felicidad no viene sola, hay que hacer algún esfuerzo para conseguirla, eso está claro. La felicidad es un concepto tan abstracto, tan difícil de definir. Algunas gentes son felices matando a gente, imagínate. Pero bueno, yo intento encontrar la felicidad en esa canción en un terreno que no sé si se me entenderá, porque hablo en un lenguaje abstracto, muy general, pero intentando que llegue a cosas muy concretas, muy localizadas de tu esqueleto, de tu cuerpo.
Y su portada. ¿Por qué esa foto tuya de hace tantos años?
Eso se lo tendrás que preguntar a Adán, mi hijo, que es quien la ha hecho. No te lo puedo decir más claro, porque es que yo tampoco lo entiendo. Ya se lo he dicho: ‘Adán, vas a tener que responder ante la prensa, porque me están preguntando y yo no sé qué decirles’. Creo que ha querido aprovechar ese elemento de inquietud que provoca, lo de ‘¿y esto a qué viene?’.
Volviendo a la hermandad que hay entre Sombrero roto y Hambre, además del contexto temporal, los une y los ata el concepto de sonido.
Sí, claro, porque son discos en los que las canciones, las maquetas están hechas por ordenador, con programas actuales, las hago yo…
¿Y cómo te desenvuelves con eso?
Bien, soy torpe, pero tengo un ayudante. Me gusta mucho mezclar sonidos analógicos con digitales, poner una máquina y tocar encima. Ese desafío de mezclar. Las máquinas hay que humanizarlas. Dominarlas, pero para humanizarlas, y al mismo tiempo sentirte un poco robot cuando estás tocando con una máquina.
¿Por qué has cambiado de productor de uno a otro disco?
El disco anterior fue producido por Martin Buscaglia, Santiago Bronquio y yo, pero este lo hemos producido entre Javi Harto y yo porque somos los que estamos trabajando en directo desde el año pasado. Javi es un chico que está trabajando muy bien conmigo, me llevo muy bien con él, tiene ideas y un oído buenísimos.
Muchas de las canciones del Freeze, Melt tratan sobre esa sensación de soledad y de estar lejos de los demás.
Esto refuerza la sensación de que si tú eres el común denominador en ambos proyectos a nivel de producción, no solo estás siendo asesorado, sino que tú también asesoras, propones y dispones…
Claro, claro, yo soy el productor definitivo: el que tiene que elegir, contratar, el que tiene que decir ‘esto lo haces tú’. Lo que yo no soy es el productor técnico, como es Javi, que sabe poner los sonidos. Yo se los encargo a él y él los pone y luego ya le digo que sí o que no. Él es, digamos, el productor sonoro y yo soy el general. Cuando hago las maquetas ya voy buscando un sonido, pero no tengo pericia para poner el sonido definitivo, así que voy creando un campo sonoro y escojo los sonidos que primero encuentro que se parecen un poco a lo que quiero, porque tengo la urgencia de crear, de crear ese ambiente sonoro.
Tienes que dejarte aportar ideas, pero sin perder tu sentido: no voy a aceptar una idea de un tío solo porque lo admire mucho, tengo que sentirla también. Normalmente, yo pongo el procedimiento de producción, la poética, y en el sonido manda más Javi, porque las ofertas que me hace no las puedo rechazar, me hace unas propuestas que digo ‘joé, cómo suena esto’.
Entonces, hablando de esa relación tuya con gente joven como Javi Harto, con el tema de C. Tangana, que te ha expuesto a un público que no es el tuyo, ¿cómo te sientes, tú que llevas tantos tiros pegados, viéndote en ese nuevo escaparate y sintiendo que gustas a nuevas generaciones?
Me siento muy honrado y muy orgulloso de que Tangana me haya escogido en esta serie de músicos y de artistas que él ha elegido para dar su visión musical en El madrileño, utilizando mucho las raíces españolas. Solo con verme vinculado a Toquinho y a José Feliciano, que son palabras supermayores, o a Antonio Carmona, que lo adoro también, me siento magníficamente bien.
A otro nivel, Sombrero roto ya te puso hace un par de años otra vez en el mercado.
Porque trabajé muchos años para ponerme. Antes también hice Sensación térmica con Refree, buscando siempre esa manera de aunar mis conocimientos con gente más joven que tenga un buen contacto con los sonidos actuales y que tenga maestría en trabajar con ellos.
Creo que como ciudadanos tenemos la necesidad de decir cosas, pero hay que decirlas con humor, sin enseñar el colmillo. Sobre todo en el terreno del arte, de las canciones... tampoco pretendamos ser aleccionadores.
Dices de tus letras que juegan con las abstracciones, aunque tengan ese punto cotidiano que hace que cualquiera se pueda sentir identificado aunque no capte toda la abstracción. Pero después, en entrevistas que has ido dando, no eres tan abstracto. Como aquella de ‘El País’ donde hablabas de Isabel Díaz Ayuso. ¿Cómo logras separar tu parte abstracta de esas ganas que se te notan de llamar a las cosas por su nombre?
Yo necesito participar en la vida pública, como todo ciudadano. Sé que mi vida es la música y el arte, la melodía y la armonía, y que somos como egoistas privilegiados que vivimos de lo bueno de la vida. Al final es una situación en la que intento mantener un equilibrio, al ser yo portavoz puedo hablar de cosas que los que no tienen voz, como se suele decir, no pueden expresar. Pero tampoco por eso voy a creer que soy el portavoz de los sin voz, no. Me gusta decir cosas que representan a los sin voz, y por eso me gusta decir que en este mundo las voces están muy bloqueadas y que solo se escuchan las voces que interesan, pero todo eso lo expreso con su matiz, tampoco soy un agitador social. Creo que como ciudadanos tenemos la necesidad de decir cosas, pero hay que decirlas con humor, sin enseñar el colmillo. Sobre todo en el terreno del arte, de las canciones. Tampoco pretendamos ser aleccionadores.
Por ejemplo, fans tuyos pueden haber votado a Ayuso.
Claro, y conozco a gente de Vox que le encanta Volando voy. Pero Ayuso y Casado son seres vacíos, como aquel grupo de la Movida que se llamaba así. Son seres que no tienen tendencia política, son bultos que están ahí, execrando cosas que les convengan para ser reproducidas en unos medios de comunicación que a su vez tampoco están comunicando ninguna ideología, están comunicando un bulto, un rumor. ¿Les importa que sean verdad o mentira? ¡No!
Es como si el periodismo hubiera sido absorbido por la propaganda. Como si solo hubiera dos tipos de comunicación posible: o publicidad o propaganda.
Compro esa declaración entera, como si la dijera yo. Además, la publicidad se convierte en propapanda cuando es monopolítica. Ocupa todo el espacio, todo el sentido.
En una entrevista tuya de hace casi veinte años años decías que te costaba arrancar, que eras muy perezoso. ¿Sigues igual?
Sí, tengo una tendencia natural perezosa, es verdad, me gusta mucho tirarme en el sofá y ver películas y fútbol, y me gusta la playa, sí, pero al mismo tiempo tengo una motivación muy grande por el arte y la música.
También decías entonces que el entorno del show business te echaba para atrás.
Claro, es que ¿el entorno del show business tiene que ver con el arte y con la música? El entorno del show business primero es frío y cortante. Y al dinero le dan igual las personas, los hospitales o la música, el dinero solo mira al dinero. Y yo miro a las personas, yo no miro a las personas por el dinero que tienen, yo miro a las personas por lo que son. Me parece que cada vez que se está mirando a una persona por el dinero que tiene se la está despreciando.
Sé que mi vida es la música y el arte, la melodía y la armonía, y que somos como egoistas privilegiados que vivimos de lo bueno de la vida
Del pasado al presente. ¿Qué gente joven que hace música te gusta ahora?
Pues Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, Vera Fauna. Y El Jose también, un cantautor de Granada que tiene su simpatía y su cosa. A Yung Beef y esa gente no he llegado todavía a conocerlos, mi amigo Jota, el de Los Planetas, me dice que son muy buenos, muy interesantes, y mi hija también me lo ha dicho, pero no he tenido tiempo de escucharlos, la verdad.
Bueno, tampoco tienes que escucharlo todo.
Claro, claro, pero cuando un amigo me dice ‘escucha esto, que me ha gustado’, pues ya me dan a mí ganas. Lo que pasa es que una cosa muy importante es que tú tienes que tener tu criterio musical, tú tienes tu música y tienes que ser consecuente con eso. Vamos a ver, la música que a mí me ha hecho más feliz en la vida, la de gente como Miles Davis, los Beatles o Beethoven, yo cómo voy a renunciar a eso. No tengo ninguna necesidad de renovar eso, estoy dispuesto a disfrutar de mis clásicos al máximo. Y uno tiene esa lucha.
Yo cuando llegué a Conil hace muchos años, que puse un bar allí, veía que en ese pueblo de Cádiz mucha gente no escuchaba a Camarón, que estaba entonces en todo su esplendor, sino que escuchaban a Manolo Caracol, que es un cantaor colosal, y entonces yo pensaba ‘esta gente nunca se va a enterar de su contemporaneidad’, mientras que yo sí, porque tenía aquella inquietud. Pero después pensaba que yo también llegaría a ser mayor como ellos, y ahora que lo soy por eso a lo mejor tampoco me interesa escuchar a Israel Fernández, que con Camarón y con Enrique Morente tengo bastante. ¿Entiendes qué te digo? Y esa me parece una postura legítima también.
¿Pero te gusta o no Israel Fernández?
A Israel todavía no lo he catalogado, la verdad. Bien sí que canta, pero de momento no sé, de momento no es Camarón todavía, qué quieres que te diga.
Cuéntanos aquello que dijiste de que lo más importante que le había pasado al flamenco desde Morente era Rosalía.
Aquello lo dije para epatar un poco, pero es verdad, lo dije de corazón. Lo que le dije a la gente es que cuando Camarón era joven y llevaba pantalones de campana y se iba con su amigo Paco de Lucía y se echaban desafíos con sus coches Mini a ver quién llegaba antes al siguiente semáforo e iban a cien por hora y se fumaban sus porritos, ¿entiendes?, eran revolucionarios, como es Rosalía. Como era Camarón cuando cantaba Canastera, y cómo la cantaba, ¡que eso no existía antes! Y los cantes que hacía Camarón esos se los inventó él, Camarón los cantes que hizo, muchos, eran deformaciones, recreaciones que él hacía, era un innovador tan bestial del repertorio flamenco… Y Rosalía ha hecho algo parecido con Los ángeles, por ejemplo, o con El mal querer. Son situaciones parecidas.
Camarón tenía tal seguridad en sí mismo, tanto arte, que él no tenía que discutir ni negociar con nadie, sino que simplemente hacía las canciones a su manera. Y resultó que su forma de cantar los tangos y las bulerías eclipsó a lo antiguo. Y los tangos y las bulerías y los tanguillos de Cádiz se cantaron de ahí en adelante como él los creó. Y ahí está su valor. Y eso lo hacía cuando joven, cuando era un revolucionario. Y los que estaban entonces liderando el flamenco, como Ricardo Pachón, eran unos mairenistas. Y esto lo digo ahora para que la gente sepa historia, porque Antonio Mairena ha sido para mí la gran abominación del flamenco. Un máximo sabedor, pero con emoción cero. Y de soniquete, cero. Un gran conocedor, pero un testaferro de los cantes, no un artista. Y de esta escuela mairenista, ortodoxa, no hay que olvidar tampoco los escritos sobre el arte gitano del señor Ricardo Molina, que era el intelectual de Córdoba, que no había por dónde cogerlos, como si los gitanos hubieran inventado el flamenco. ¡Si los gitanos son de por ahí! Los gitanos llegan aquí y se incorporan. Los gitanos en Francia tocan manouche y en Hungría tocan el violín. ¡Qué coño van a inventar el flamenco los gitanos, de dónde ha sacado usted eso, señor Molina!
Volviendo a Pachón, él a Camarón no lo podía ni ver cuando estaba haciendo las primeras canciones con Paco de Lucía. Porque encima Camarón era para él un gitano canastero, no era un gitano casero, era un gitano ambulante que cantaba cosas canasteras, y eso no tenía raigambre ni tenía ortodoxia ni tenía na, y la gente como Pachón, los marienistas, eran fanáticos de la ortodoxia. Ahora bien, es bonito ver que Pachón maduró y a los diez años estaba produciéndole a Camarón La leyenda del tiempo, pues se había dado cuenta, había pensado, y eso habla muy bien de él. Es bonito que la gente sepa superar sus prejuicios. Pero es bueno saber la historia por eso, porque ves los cambios y cambalaches que la gente damos.
Me ha costado muchos años convencerme de que puedo tener una voz flamenca y cantar con ella y emocionar. Así que por primera vez en mi carrera, con 69 años, me atrevo a hacerlo en Hambre.
Hablando de flamenco, en Hambre cantas más flamenco que nunca, ¿verdad? Ahí está esa canción, Madera.
Sí, sí, me ha salido del alma. Yo entré en la música con el complejo de que no sabía cantar. Porque conocía a Raimundo Amador, a su hermano Rafael, y luego estaba Camarón. Aunque yo ya sabía que me gustaba más Bob Dylan que Tom Jones, que es un monstruo, pero Dylan, cantando la cuarta parte que Jones, es el doble de monstruo. Eso lo he entendido desde el principio. Pero claro, yo era un cantaor con pocos recursos, y no afinaba muy bien. Pero cuando me junté con esta gente que he citado el flamenco lo empecé a llevar dentro, empecé a crecer con él, aunque me daba muchísima vergüenza mostrarlo. Aprendí el ritmo, aprendí la guitarra, aprendí un poquito a estar ahí en las fiestas, los gitanos me dejaban eventualmente tocar las palmas, vale, pero cantar ni borracho. Entonces, me ha costado muchos años convencerme de que puedo tener una voz flamenca y cantar con ella y emocionar. Así que por primera vez en mi carrera, con 69 años, me atrevo a hacerlo en Hambre. Me ha salido porque sí, pero también porque he visto que puedo defender ya eso con dignidad y sin avergonzarme.
Mira, yo, aunque nací en Figueres, a los dos años de edad estaba en Cádiz. Soy andaluz de cultura y hablo en andaluz: digo “bujero”, no agujero, digo “caló”, no calor. Soy andaluz y quiero coger todo lo mejor de lo que he vivido y aprendido por eso. Los andaluces tienen esa economía de lenguaje, esa gracia y ese sentido del ritmo y yo quiero estar ahí, claro que quiero estar ahí. Mi hija cuando escucha el disco Hambre me dice ‘no, si al final el tío este va a resultar que sabe cantar flamenco mucho mejor que otra gente que no hace nada más que hablar malamente de él’. Para mí ha sido como una conquista, meterme en el terreno sagrado del flamenco, esa majestuosidad, ese mito que es cantar las melodías flamencas, eso es historia de la humanidad, eso es reverencial, eso es un ritual. Entrar en ese mundo ha sido increíble, me ha costado mucho decidirme y estoy supercontento. Porque aquí no es el ingenio de las composiciones lo que quiero mostrar, quiero mostrar que puedo cantar con la armonía y con la voz del flamenco, con su temple y con su emoción.
Autores de este artículo
Miguel Martínez
Jordi Vidal
Més de quaranta anys dalt i baix de l'escenari, davant i darrere del micro, entre bambalines, a la foscor, entrant i sortint de camerinos, deambulant per festivals. La foto bona segur que la faig demà.
1 comentario en «Kiko Veneno tiene el corazón hambriento»
Expectacular entrevista , mi enhorabuena a los hacedores.
Y amor infinito a kiko veneno, k manera de crecer.
He aprendido mucho leyendo su opinión social y admirado más que núnca de él y con el.
Ole el arte , Veneno.
Beso inmenso.